El cuento del caballo poliploide
Cuentan que los del premio Nobel siguen sintiéndose molestos cuando alguien menciona los caballos poliploides. Sea como fuere, lo cierto es que el doctor P. U. Posif, el gran genetista de Erewhon,d obtuvo su premio a fines de la década de 1980 por zangolotear con el ácido desoxirribonucleico del caballo de carro común (Equus caballus). Se dijo que hizo una gran contribución a la ciencia de la trasportología, que estaba entonces en sus comienzos. De todos modos, le dieron el premio por crear -ninguna otra palabra le cuadraría a un fragmento de ciencia aplicada que tanto se acerca a usurpar el papel de la divinidad- por crear, digo, un caballo cuyo tamaño es exactamente el doble que el del Clydesdale ordinario. El doble de largo, el doble de alto y el doble de ancho. Era un poliploide, con un número de cromosomas cuatro veces mayor que el habitual.
P. U. Posif siempre sostuvo que en una época, cuando este maravilloso animal todavía era potrillo, podía pararse sobre sus cuatro patas. ¡Qué espléndido espectáculo debe haber sido! Empero, cuando fue presentado ante el público para ser registrado mediante todos los artefactos comunicacionales de la civilización moderna, el caballo no se tenía en pie. Era; en una palabra, demasiado pesado. Por supuesto, pesaba ocho veces lo que un Clydesdale normal.
En el caso de presentaciones ante el público o ante los medios de difusión, el doctor Posif insistía siempre en interrumpir el chorro de agua que permanentemente debía arrojársele para mantener la temperatura de la bestia en el nivel normal de los mamíferos. Sin embargo, nosotros temíamos siempre que sus partes más internas entraran en cocción. Después de todo, la piel y la grasa dérmica del pobre animal eran de doble grosor que lo corriente, y la superficie de su cuerpo sólo era cuatro veces la de un caballo normal, motivo por el cual no podía refrigerarse de manera apropiada.
Cada mañana, el caballo era alzado con ayuda de una pequeña grúa y suspendido, en una suerte de jaula sobre ruedas, encima de unos resortes ajustados de modo tal que las patas sólo tuvieran que soportar la mitad de su peso.
El doctor Posif solía decir que el animal era de descollante inteligencia. Desde luego, el peso de su cerebro era ocho veces mayor que el de cualquier otro equino, pero jamás pude ver que se interesase por cuestiones más complejas que las que inquietan a los demás caballos. Tenía muy poco tiempo libre, atareado con esto o estotro -siempre estaba jadeando, en parte para mantenerse fresco y en parte para oxigenar su cuerpo ocho veces mayor: la superficie de su gaznate, en un corte trasversal, no era sino cuatro veces la normal-.
Y después estaba el problema de la comida. De un modo u otro, debía comer diariamente ocho veces la cantidad de comida que dejaría satisfecho a un caballo normal, y todo ese alimento debía ser introducido en un esófago que sólo tenía cuatro veces el diámetro normal. También los vasos sanguíneos eran comparativamente reducidos, lo cual dificultaba la circulación y sometía al corazón a un esfuerzo adicional.
Una bestia lamentable.
Esta fábula muestra lo que ocurre inevitablemente cuando interactúan dos o más variables cuyas curvas discrepan entre sí. Eso es lo que produce la interacción entre el cambio y la tolerancia. Por ejemplo, en una población, el crecimiento gradual del número de automóviles o de habitantes no tiene ningún efecto perceptible sobre el sistema de trasporte, hasta que de pronto se pasa el umbral de tolerancia, y entonces hay embotellamientos de tránsito. El cambio de una de las variables deja al descubierto un valor crítico de la otra.
De todos esos casos, el más conocido en la actualidad es el comportamiento del material fisionable de una bomba atómica. El uranio en estado natural soporta una fisión continua, pero no se produce explosión porque no se establece una reacción en cadena. Cada átomo, al romperse, deja en libertad neutrones que pueden fisionar a otro átomo si chocan contra él, pero muchos neutrones meramente se pierden. A menos que la masa de uranio alcance el tamaño crítico, menos de un neutrón de cada fisión chocará, en promedio, contra otro átomo, y la cadena se cortará. Si la masa es más grande, una mayor fracción de los neutrones chocará y producirá la fisión. El proceso adquirirá entonces una acumulación exponencial positiva y se convertirá en una explosión.
En del caso de nuestro caballo imaginario, la longitud, la superficie y el volumen (o la masa) se tornan discrepantes por que sus curvas de incremento no mantienen entre sí una relación unilineal. La superficie aumenta según el cuadrado de la longitud, el volumen aumenta según el cubo de la longitud, y la superficie lo hace con un exponente igual a los dos tercios del volumen.
Para el caballo (y para todos los seres vivos reales) la cuestión se vuelve más seria, porque para que permanezcan vivos deben mantenerse muchos movimientos interiores. Hay una logística interna de la sangre, el alimento, el oxígeno y los productos de la excreción, y una logística de información en la forma de mensajes neurales y hormonales.
La marsopa, de alrededor de un metro de largo, con una capa de grasa de unos dos centímetros y medio y una superficie exterior de aproximadamente medio metro cuadrado, tiene una acumulación calórica que equilibra cómodamente el frío de las aguas del Ártico. La acumulación calórica de una ballena de gran tamaño, cuya longitud es casi diez veces la de la marsopa (vale decir su superficie es cien veces mayor y su volumen mil veces mayor) y cuya capa de grasa es de unos treinta centímetros, resulta completamente misteriosa. Hay que presumir que posee un superior sistema logístico, que desplaza su sangre entre las aletas dorsales y las de la cola, donde todos los cetáceos se desprenden del calor.
El crecimiento añade otro orden de complejidad a los problemas del grandor de las cosas vivas. El interrogante que se plantea es si él ha de alterar las proporciones del organismo. Los problemas de la limitación del crecimiento son enfrentados de distinto modo por diferentes seres vivos.
Un ejemplo simple es el del cocotero, que no ajusta su circunferencia para compensar un aumento de altura. Un roble o encina con tejido en aumento (cámbium) entre su madera y su corteza crece en longitud y anchura a lo largo de su vida; en el cocotero, por el contrario, el único tejido capaz de crecer se encuentra en la punta del tronco (la llamada "ensalada de millonarios", que sólo puede obtenerse al precio de matar el árbol), y ello hace que su altura sea cada vez mayor mientras que el tronco sólo experimenta un leve engrosamiento en la base. En este organismo, la limitación de la altura no es sino una parte normal de su adaptación ecológica al medio. La mera inestabilidad mecánica producida por una altura excesiva no compensada con una mayor anchura marca su vía normal hacia la muerte.
Muchas plantas evitan (¿o resuelven?) estos problemas de limitación del crecimiento ajustando su período de vida al calendario o a su propio ciclo reproductivo. Las anuales inician una nueva generación cada doce meses, y las del tipo de la pita o yuca pueden vivir muchos años pero, al igual que el salmón, inevitablemente mueren cuando se reproducen. La yuca no ramifica, salvo la ramificación múltiple que se produce dentro de su cabezuela florida; la propia inflorescencia ramificada es su tallo terminal; cuando ha completado su función, se produce la muerte de la planta. Su muerte es un acontecimiento normal dentro de su modo de vida.
En algunos animales superiores, el crecimiento es controlado. El ser alcanza un tamaño, o edad, o etapa en que el crecimiento simplemente se detiene (o sea, es detenido por mensajes químicos o de otra índole dentro de su organización). Sometidas a ese control, las células dejan de crecer y de dividirse. Cuando los controles ya no operan (por no poder generar el mensaje o por no poder recibirlo), el resultado es el cáncer. ¿Dónde se originan esos mensajes, qué desencadena su envío, y en qué código presumiblemente químico se hallan inmanentes? ¿Qué controla la casi perfecta simetría bilateral externa del cuerpo de los mamíferos? Poseemos un conocimiento notablemente escaso del sistema de mensajes que controla el crecimiento. Debe existir todo un sistema de interconexiones hasta ahora apenas estudiado.