CAPÍTULO 2: TODO ESCOLAR SABE...

Biografía de Gregory Bateson

7. Las secuencias convergentes son predecibles

Esta formulación general es la inversa de la que examinamos en la sección 6, y la relación entre ambas depende del contraste entre los conceptos de divergencia y convergencia. Este contraste es un caso especial -aunque uno muy fundamental- de la diferencia entre los niveles sucesivos de una jerarquía russelliana, asunto que estudiaremos en el capítulo 4. Por el momento, digamos que los componentes de una jerarquía russelliana son entre sí como el miembro a la clase, como la clase a la clase de clases, o como la cosa nombrada al nombre.

Lo importante acerca de las secuencias divergentes es que nuestra descripción de ellas se refiere a individuos, en especial a moléculas individuales. La quebradura del vidrio, el primer paso en la ebullición del agua y todos los demás son casos en que la localización espacial y temporal del suceso está determinada por alguna constelación momentánea de un pequeño número de moléculas individuales. De manera análoga, ninguna descripción de los derroteros que siguen las moléculas individuales en el movimiento browniano permite una extrapolación. Aún cuando pudiéramos saber lo que pasa en un determinado momento, ello no nos suministraría datos para predecir lo que habrá de pasar en el momento siguiente.

En contraste con esto, el movimiento de los planetas dentro del sistema solar, la tendencia de una reacción química en una mezcla iónica de sales, el impacto de las bolas de billar (que involucra a millones de moléculas), todos estos son fenómenos predecibles porque nuestra descripción de los sucesos se refiere al comportamiento de inmensas multitudes o clases de individuos. Esto es lo que hace que la estadística tenga alguna justificación científica, siempre y cuando el especialista en estadística recuerde en todo momento que sus enunciados sólo están referidos a agregados de individuos.

En ese sentido, las llamadas "leyes probabilísticas" actúan como mediadoras entre las descripciones del comportamiento del individuo y las del comportamiento de la grosera multitud. Ya veremos que esta particular especie de conflicto entre lo individual y lo estadístico ha sujetado el desarrollo de la teoría de la evolución desde la época de Lamarck en adelante. Si Lamarck hubiera afirmado que los cambios en el medio podrían afectar las características generales de grandes poblaciones, habría estado en concordancia con los más recientes experimentos de la genética, como los de Waddington sobre la asimilación genética, que examinaremos en el capítulo 6. Pero Lamarck y, en realidad, todos cuantos lo siguieron parecen haber tenido una proclividad innata para la confusión de los tipos lógicos. (En el capitulo 6 abordaremos esta cuestión, y las correspondientes confusiones de los evolucionistas ortodoxos.)

Sea como fuere, en los procesos estocásticos (véase el "Glosario") así de la evolución como del pensamiento, lo nuevo sólo puede arrancar de lo aleatorio. Y para que lo nuevo arranque de lo aleatorio, cuando ocurre que se presenta y si es que ocurre, se requiere alguna suerte de dispositivo selectivo que dé cuenta de la persistencia y vigencia de la nueva idea. Alguna especie de selección natural, con toda su perogrullada y su tautología, debe prevalecer. Lo nuevo, para persistir, debe ser de tal suerte que dure más que sus alternativas. Entre las ondas de lo aleatorio, la que más perdura es la que perdura más que aquellas ondas que no duran tanto. Esa es, compendiada, la teoría de la selección natural.

La concepción marxista de la historia -que en su forma más burda sostiene que si Darwin no hubiese escrito El origen de las especies algún otro habría producido un libro similar en los cinco años siguientes- es un infortunado error, consistente en aplicar una teoría que concibe a los sucesos sociales como convergentes, a sucesos que involucran a seres humanos individuales y únicos. Es, de nuevo, un error de tipificación lógica.