CAPÍTULO 2: TODO ESCOLAR SABE...
Biografía de Gregory Bateson

4. Los procesos de formación de imágenes son inconcientes

Esta generalización parece ser válida para todo lo que ocurre entre mi acción, a veces conciente, de dirigir un órgano de mis sentidos hacia cierta fuente de información y mi acción conciente de derivar información de una imagen que "yo" creo ver, oír, palpar, gustar u oler. Hasta un dolor es ciertamente una imagen creada. Sin duda, tanto el hombre como los monos y los perros son concientes de que escuchan un sonido ya que paran las orejas en dirección a ese sonido. En lo tocante a la vista, si algo se mueve en la periferia de mi campo visual llamará mi "atención" (sea esto lo que fuere) de modo tal que yo desplazaré mis ojos y hasta mi cabeza para verlo. A menudo este a un acto conciente, pero a veces es poco menos que automático, hasta el punto de pasar inadvertido. Con frecuencia yo soy conciente de que doy vuelta la cabeza pero no me percato de la visión periférica que me llevó a hacerlo. La retina periférica recibe un cúmulo de información que permanece fuera de la conciencia -posiblemente (aunque no seguramente) en la forma de una, imagen-. Los procesos de la percepción nos son inaccesibles; sólo tenemos conciencia de los productos de esos procesos y, desde luego, son esos productos los que necesitamos. Estos dos hechos generales son para mí el comienzo de la epistemología empírica primero, que yo no tengo conciencia de los procesos de construcción de las imágenes que concientemente veo, y segundo, que en estos procesos inconcientes aplico toda una gama de presupuestos que se incorporan a la imagen terminada. Todos sabemos, naturalmente, que las imágenes que "vemos" son en realidad fabricadas por el cerebro o espíritu. Pero poseer este saber intelectual es muy distinto de darse cuenta de que es verdaderamente así. Este aspecto del asunto se impuso a mi atención hace una treinta años en Nueva York, donde Adalbert Ames hijo, estaba haciendo demostraciones experimentales de cómo dotamos a nuestras imágenes visuales de profundidad. Ames era oftalmólogo y trabajaba con pacientes que padecían aniseiconía, vale decir, en cuyos ojos se formaban imágenes de diferente tamaño. Esto lo llevó a estudiar los componentes subjetivos de la percepción de la profundidad. Como este tema es importante y sienta las bases mismas de la epistemología empírica o experimental narraré con algún detalle mi encuentro con los experimentos de Ames. Ames había montado sus experimentos en un gran apartamento vacío de la ciudad de Nueva York. Por lo que recuerdo, eran una cincuenta experimentos. En el momento en que llegué para ver el espectáculo, yo era el único visitante. Ames me saludó y me aconsejó que empezara desde el principio de la secuencia de demostraciones mientras él se iba a trabajar un rato a un pequeño cuarto amueblado como una oficina. Aparte de ello, el apartamento no contenta otro mobiliario, excepto dos reposeras plegables. Fui pasando de un experimento a otro. Cada uno de ellos incluía alguna especie de ilusión óptica que afecta la percepción de la profundidad. La tesis de la serie en su conjunto era que, para crear la apariencia de profundidad en las imágenes que forjamos al mirar el mundo a través de nuestros ojos, nos guiamos por cinco claves principales. La primera de esas claves era el tamaño; [i] vale decir, el tamaño de la imagen física sobre la retina. Por supuesto, no podemos ver esta imagen de modo que seria más exacto decir que la primera clave de la distancia es el ángulo que el objeto subtiende en el ojo. Ahora bien, este ángulo tampoco es visible. La clave de la distancia sobre la cual informa el nervio óptico es, quizás, el cambio en el ángulo subtendido. [ii] Para demostrar esta verdad se utilizaba un par de globos sobre un fondo oscuro. Ambos globos recibían la misma iluminación, y el aire podía pasar de uno al otro: estaban inmóviles pero a medida que uno se inflaba y el otro se achicaba, al observador le parecía que el primero se aproximaba y el segundo se retiraba. O sea que mientras el aire se iba desplazando de un globo al otro y volvía otra vez al anterior, a uno le parecía que se movían alternadamente hacia adelante y hacia atrás. La segunda clave era el contraste en el brillo. Para demostrarlo, los globos se mantenían de igual tamaño e inmóviles pero se cambiaba la iluminación haciéndola recaer primer sobre uno y luego sobre el otro. Esta alternancia de iluminación, como la alternancia de tamaño, creaba la apariencia de una aproximación y retroceso de los globos. La secuencia de experimentos mostraba luego que estas dos claves (tamaño y brillantez) podían jugar entre sí creando una contradicción. Para ello se hacía caer siempre la mayor cantidad de luz sobre el globo que se desinflaba. Este experimento combinado introducía la idea de que ciertas claves predominan sobre otras. La secuencia total de claves de las demostraciones de ese día incluía: tamaño, brillantez, superposición, paralaje binocular y paralaje creada por movimientos de la cabeza. De toda ellas, esta última era la predominante.

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