1. La ciencia nunca prueba nada
La ciencia a veces mejora las hipótesis y otras veces las refuta, pero probarlas es otra cuestión, y esto tal vez no se produzca jamás salvo en el reino de la tautología totalmente abstracta. En ocasiones podemos decir que si se dan tales y tales supuestos y postulados abstractos, entonces tal o cual cosa debe seguirse de ello absolutamente. Pero, nuevamente, la verdad acerca de lo que puede ser percibido, o acerca de aquello a lo cual se llega por inducción a partir de una percepción, es otra cosa.
Digamos que la verdad significaría una correspondencia precisa entre nuestra descripción y lo que describimos, o entre nuestra red total de abstracciones y deducciones y alguna comprensión total del mundo exterior. En este sentido, la verdad no es asequible. Y aún dejando de lado las barreras de la codificación -la circunstancia de que nuestra descripción estará dada en palabras, figuras o imágenes, mientras que lo que describimos será de carne y hueso, de sangre y acción-, aún soslayando ese estorbo de la traducción, nunca podremos reclamar haber alcanzado un conocimiento definitivo de nada.
Una manera convencional de exponer este asunto es más o menos la siguiente: Supongamos que yo te presento una serie (tal vez de números, tal vez de otros indicadores) con el presupuesto de que esa serie está ordenada. En aras de la simplicidad, sea esta serie de números:
2, 4, 6, 8, 10, 12
Luego te pregunto: "¿Cuál es el número siguiente de la serie?".
Probablemente tú respondas: "14".
Pero, en tal caso yo diré: "Oh, no. El próximo número es 27". En otras palabras, la generalización a la cual tú saltaste desde los datos ofrecidos en la primera instancia -la de que se trata de la serie de los números pares- demostró, por el suceso siguiente, ser errónea o sólo aproximada.
Sigamos con esto. Continuaré mi exposición creando la siguiente serie:
2, 4, 6, 8, 10, 12, 27, 2, 4, 6, 8, 10, 12, 27, 2, 4, 6, 8, 10, 12, 27...
Si ahora te pido que me digas cuál es el número siguiente, probablemente dirás: "2". Después de todo, te han sido dadas tres repeticiones de la secuencia de 2 a 27, y si eres un buen científico estarás influido por el presupuesto llamado la navaja de Occama o la regla de economía, que lleva a preferir los supuestos más simples que se ajusten a los hechos. Tú harás, pues, la siguiente predicción sobre la base de la simplicidad. Pero..., ¿cuáles son esos hechos? Lo cierto es que tú no dispones de ellos más allá del final de la secuencia (posiblemente incompleta) que te ha sido dada.
Tú supones que puedes predecir, y en verdad este presupuesto te lo he sugerido yo. Pero el único fundamento que tienes es la preferencia (fruto de tu preparación previa) por la respuesta más simple y tu confianza en que mi desafío implicaba de hecho que la secuencia era ordenada y estaba incompleta.
Por desgracia (o quizá por fortuna), ocurre que el hecho siguiente nunca está a tu alcance. No tienes otra cosa que tu esperanza en la simplicidad, y el hecho siguiente siempre puede conducirte al próximo nivel de complejidad.
O bien digamos que siempre habrá, para cualquier secuencia de números que yo te presente, unas pocas maneras simples de describir dicha secuencia, pero un número infinito de alternativas no limitadas por el criterio de la simplicidad.
Supongamos que los números están representados por letras:
s, w, p, n
y así sucesivamente. Esas letras podrían representar cualquier número, incluso fraccionario. Sólo tendré que repetir la serie tres o cuatro veces en alguna forma verbal, visual o sensorial de otra índole, aun en la forma del dolor o de la kinestesia, y tu empezarás a percibir una pauta en lo que te presento. En tu espíritu -y en el mío- eso se convertirá en un "tema", y tendrá valor estético. En tal medida, será familiar y comprensible.
Ahora bien: esa pauta puede ser modificada o quebrada por adición, por repetición, por cualquier cosa que te fuerce, a percibirla de otro modo, y estos cambios no pueden jamás ser predichos con total certidumbre, pues todavía no han sucedido.
No sabemos suficientemente de qué manera el presente conducirá hacia el futuro. Jamás podremos decir: "¡Ah, mi percepción, mi registro de esa serie abarcará realmente sus componentes inmediatos y futuros!", ni tampoco: "La próxima vez que me encuentre con estos fenómenos, podré predecir su decurso total".
La predicción no puede ser nunca absolutamente válida, y por ende la ciencia no puede nunca probar una generalización o siquiera verificar un solo enunciado descriptivo y de esa forma arribar a una verdad definitiva.
Hay otras maneras de mostrar esta imposibilidad. La argumentación de este libro -que, repitámoslo, sólo puede convencerte, por cierto en tanto y en cuanto lo que yo digo se adecúa a lo que tú sabes, y que puede ser desechada o modificada por completo en unos pocos años- presupone que la ciencia es una manera de percibir y de conferir "sentido", digamos así, a nuestros perceptos. Pero la percepción sólo opera sobre la base de la diferencia. Toda recepción de información es forzosamente la recepción de noticias acerca de una diferencia, y toda percepción de diferencia está limitada por un umbral. Las diferencias demasiado pequeñas, o presentadas demasiado lentamente, no son perceptibles. No pueden alimentar la percepción.
De ello se sigue que lo que nosotros, en cuanto científicos, podemos percibir está siempre limitado por un umbral: lo subliminal no será grano aprovechable en nuestro molino. En un momento cualquiera, el conocimiento será función de los umbrales de los medios de percepción con que contamos. La invención del microscopio o del telescopio, o de instrumentos para medir el tiempo hasta la fracción de un milmillonésimo de segundo, o para pesar cantidades de materia millones de veces superiores a un gramo, todos esos artefactos que perfeccionan la percepción revelarán lo que era totalmente impredecible partiendo de los niveles de percepción a nuestro alcance antes de esos descubrimientos.
No sólo no podemos predecir el próximo instante del futuro, sino que, en un plano más profundo, tampoco, podemos predecir la próxima dimensión de lo microscópico, lo astronómicamente remoto o lo geológicamente antiguo. La ciencia, como método de percepción -y no puede reclamar ser otra cosa-, está limitada, al igual que todos los demás métodos de percepción, por su capacidad para recoger los signos exteriores y visibles de la verdad, sea lo que fuere esto último.
La ciencia indaga, no prueba.
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