Esto me conduce a mi último tema: la naturaleza de la conciencia interrogante existencial fundamental que ha fascinado a hombres y mujeres a través de los tiempos. Para facilitar el análisis de este importante tema, permítanme clarificar mis términos. Utilizo el término "conciencia" (consciousness) para aludir a la conciencia de sí (seIfawareness). El estar alerta o percatarse (awareness) es una propiedad de la mentación a cualquier nivel desde las células aisladas hasta los seres humanos-, pero la conciencia de sí sólo emerge en los altos niveles de complejidad y se expresa plenamente en los seres humanos. No sólo estamos conscientes de nuestras sensaciones, sino también de nosotros mismos como individuos pensantes y vivenciantes. Es esta propiedad de la mente, que surge junto con el "mundo interno", lo que yo llamo conciencia.
La mayoría de las teorías sobre la naturaleza de la conciencia parecen ser variaciones de una de dos visiones contrapuestas que, sin embargo, se pueden complementar y reconciliar en el enfoque sistémico. Una de éstas, la visión científica occidental, considera a la materia como primaria y a la conciencia como una propiedad de patrones materiales complejos que surgen en cierta etapa de la evolución biológica. La otra visión de la conciencia, el enfoque místico, considera a la conciencia como la realidad primaria y fundamento de todo ser. Según este punto de vista, la conciencia en su forma más pura es inmaterial e informe y se halla vacía de todo contenido; a menudo se le describe como "conciencia pura", "realidad suprema" y términos por el estilo. En muchas tradiciones espirituales, esta manifestación de la conciencia se asocia con lo Divino. Se dice que es la esencia del universo y que se manifiesta en todas las cosas. Todas las formas de materia y todos los seres vivos son visualizados como patrones de conciencia divina.
La visión mística de la conciencia se basa en la experiencia de la realidad en "estados alterados de conciencia", los que tradicionalmente se logran mediante la meditación. Los sicólogos han llegado a llamar "transpersonales" a las experiencias excepcionales de este tipo, porque parecen permitir que la mente individual se contacte con patrones mentales colectivos e incluso cósmicos. El interés de la psicología transpersonal se centra en el reconocimiento, comprensión y vivencia de los estados alterados de conciencia y en las condiciones sicológicas que representan obstáculos a tales comprensiones transpersonales. Por lo tanto, sus intereses son muy similares a aquellos de las tradiciones espirituales, y de hecho, algunos sicólogos transpersonales se hallan trabajando en sistemas conceptuales que pretenden acercar e integrar la psicología y la búsqueda espiritual.
Según numerosos testimonios, las experiencias transpersonales incluyen una relación con la realidad intensa, personal y consciente que va mucho más allá del actual marco de referencia científico. Por lo tanto, no debiéramos esperar que la ciencia, en su estado actual, confirmara o contradijera la visión mística de la conciencia. Sin embargo, el enfoque sistémico de la mente parece perfectamente consecuente con las visiones científica y mística de la conciencia, y por lo tanto, proporciona el marco de referencia ideal para unificar a ambas.
El enfoque sistémico coincide con la visión científica convencional en cuanto a que la conciencia es una manifestación de patrones materiales complejos. Para ser más preciso, es una manifestación de los sistemas vivos de cierta complejidad. Por otra parte, las estructuras biológicas de estos sistemas son expresiones de procesos subyacentes que representan la auto organización del sistema, y por lo tanto, su mente. En este sentido, las estructuras materiales ya no se consideran como la realidad primaria. Extendiendo esta idea al universo como un todo, no es demasiado aventurado suponer que todas sus estructuras desde las partículas subatómicas a las galaxias, y desde las bacterias a los seres humanos son manifestaciones de la dinámica auto organizada del universo, la cual hemos identificado con la mente cósmica. Pero ésta es casi la visión mística; la única diferencia es que los místicos destacan la experiencia directa de la conciencia cósmica que va más allá del enfoque científico. Sin embargo, ambos enfoques parecen bastante compatibles. La visión sistémica de la naturaleza parece proporcionar, finalmente, un marco de referencia científico significativo para enfrentar antiguas interrogantes respecto a la naturaleza de la vida, la mente, la conciencia y la materia.
La nueva visión de la realidad tiene muchas importantes repercusiones no sólo para la ciencia, la filosofía y la religión, sino también para la sociedad y la vida cotidiana. El nuevo paradigma consiste no sólo de nuevos conceptos, sino también de un nuevo sistema de valores que se refleja en nuevas formas de organización e instituciones sociales. El cambio de paradigma no es algo que vaya a ocurrir en algún momento futuro; está ocurriendo en este mismo instante. En muchos países alrededor del mundo, los años 60 y 70 generaron una serie de movimientos filosóficos, espirituales y políticos que parecen ir en la misma dirección; todos destacan diferentes aspectos del nuevo paradigma.
En movimientos ciudadanos formados en torno a asuntos sociales y ambientales se está expresando una creciente preocupación por la ecología. Estos movimientos a menudo son fuentes de contra economías emergentes basadas en estilos de vida descentralizados, cooperativos y ecológicamente armoniosos. En la arena política, el movimiento anti nuclear está combatiendo el mayor tumor de nuestra tecnología agresiva y, al hacerlo, quizás se transforme en una de las más poderosas fuerzas políticas de esta década.
Al mismo tiempo, los valores están comenzando a cambiar de la admiración por empresas e instituciones en gran escala al concepto de "lo pequeño es hermoso"; del consumo material a la simplicidad vo¬luntaria; del crecimiento económico y tecnológico al crecimiento y desarrollo internos. Estos nuevos valores están siendo promovidos por el movimiento del potencial humano, por el movimiento de salud holística y por movimientos espirituales que reenfatizan la búsqueda de significación y la dimensión espiritual de la vida. Finalmente, pero quizás lo más importante, es que el antiguo sistema de valores está siendo desafiado y profundamente modificado por el surgimiento de la conciencia feminista originado en el movimiento femenino, el que puede muy bien convertirse en un catalizador para la unificación de muchos otros movimientos.
Uno de los fenómenos culturales más interesantes en los Estados Unidos es la reciente confluencia de tres poderosas tendencias: ecolo¬gía; espiritualidad y feminismo. La esencia espiritual de la visión ecológica ha hallado una expresión ideal en la espiritualidad feminista impulsada por el movimiento femenino y basada en la antigua identificación entre .mujer y naturaleza. La espiritualidad feminista se basa en la conciencia de la unidad de todas las formas vivas y de sus ritmos cíclicos de nacimiento y muerte, reflejando así una actitud profundamente ecológica hacia la vida. Tal como han señalado autoras feministas, la imagen de una deidad femenina parece encarnar con mayor precisión este tipo de espiritualidad que la imagen de un dios masculino. De hecho, en muchas culturas orientales y occidentales¬, la adoración de la Diosa fue anterior a la adoración de deidades masculinas. Con el renacimiento de la imagen de la Diosa, el movi¬miento feminista también está creando una nueva autoimagen feme¬nina, nuevos modelos de pensamiento y un nuevo sistema de valores. Por lo tanto, la espiritualidad feminista tendrá una profunda influencia no sólo en la religión y la filosofía, sino también en la vida social y política.
La mayoría de estos nuevos movimientos aún operan por separado y todavía no han reconocido en qué forma se interrelacionan sus objetivos. El movimiento del potencial humano y el movimiento de salud holística a menudo carecen de una perspectiva social y los movimientos espirituales tienden a carecer de conciencia ecológica y feminista, pues los gurúes orientales ostentan símbolos de status del capitalismo occidental y dedican bastante tiempo a construir sus im¬perios económicos. Ahora último, sin embargo, algunos movimientos han empezado a formar coaliciones: ecologistas y feministas están uniendo fuerzas en varios aspectos; grupos del medio ambiente y de consumidores y movimientos de liberación étnica están comenzando a establecer contactos. Podemos anticipar que, una vez que hayan reco¬nocido que comparten objetivos, estos movimientos confluirán y formarán una poderosa fuerza de transformación cultural.
He llamado a esta fuerza "la cultura emergente", siguiendo el per¬suasivo modelo de Toynbee de la dinámica cultural. Toynbee y otros historiadores culturales han señalado con frecuencia que la evolución de las culturas se caracteriza por un patrón regular de ascenso, cul¬minación, declinación y desintegración. La declinación ocurre cuando una cultura se ha vuelto demasiado rígida en su tecnología u organi¬zaciones sociales, para responder al desafío que plantean las cambian¬tes condiciones. Durante este proceso de declinación y desintegración, mientras la corriente cultural predominante se petrifica al aferrarse a ideas fijas y patrones rígidos de conducta, aparecen en escena mino¬rías creativas que transforman algunos de los antiguos elementos en nuevas configuraciones que se vuelven parte de la nueva cultura emergente.
Este patrón es ahora bastante obvio en Europa y Norteamérica. Los partidos políticos tradicionales, las grandes corporaciones multi¬nacionales y la mayoría de nuestras instituciones académicas forman parte de la cultura declinante. Están en proceso de desintegración. Los movimientos sociales de los años 60 y 70 representan la cultura emergente. Mientras la transformación está ocurriendo, la cultura declinante se rehúsa a cambiar, aferrándose aún más a sus ideas ca¬ducas; tampoco las instituciones sociales dominantes entregarán su rol directivo a las nuevas fuerzas culturales. Pero su declinación y desin¬tegración serán inevitables, mientras la cultura emergente seguirá ascendiendo y, a la larga, asumirá el rol directivo. A medida que se acerca el punto de giro, nuestra mayor esperanza en el futuro es darnos cuenta de que las actividades políticas a corto plazo no pueden impedir los cambios evolutivos de esta magnitud.
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