La especial ocasión de esta edición: nuestra primera aparición en kioscos en todo Chile nos obliga a realizar una pequeña recapitulación de los temas que hemos tratado en las diez ediciones anteriores del taller.
En los talleres de sexualidad hemos hablado acerca de las concepciones orientales y de algunas corrientes occidentales de la sexualidad, que la vinculan estrechamente con el misticismo.
En ellas se concibe al individuo provisto de una energía primordial, proveniente del nacimiento y de una economía de intercambio energético con el medio y la naturaleza.
La hipótesis central de las corrientes mencionadas consiste en que preservar y cultivar esta energía, permite el acceso a nuevas dimensiones de existencia espiritual, a través de la formación de un cuerpo de espíritu y a una vida más longeva, plena y realizada.
La forma principal en que la energía se disipa es a través de la emisión seminal en el hombre y de la ovulación en la mujer. Se plantea que en estos fluidos reside lo esencial de la energía.
Por lo general, estas corrientes proponen la existencia de dos caminos: el ascetismo sexual, practicado en forma individual y las prácticas sexuales de pareja.
En ambos casos se desarrollan técnicas específicas que permiten el control de la emisión seminal en el orgasmo, transformándolo en una experiencia de comunión "total" con el universo. Junto a las técnicas de control corporal, también se practica la meditación y disciplinas destinadas a aquietar la mente y a buscar la comunión con el mundo espiritual. Estas disciplinas son complemento y vehículo de las prácticas corporales.
Para los interesados, varios de estos aspectos ya los hemos desarrollado en detalle en versiones anteriores del Taller de Sexualidad.
La vida sexual en pareja es vista como un verdadero arte, al punto que la cultura China se denominaba al conjunto de prácticas que perfeccionaban las técnicas amatorias: artes de alcoba.
Por cierto, hoy más que nunca, lograr una satisfactoria vida de pareja en particular en la dimensión sexual de nuestras vidas, es una realidad poco frecuente. Conseguir superar los condicionamientos culturales y las exigencias de la vida moderna, es algo que pocos alcanzan y más aún, las parejas que consiguen complementarse para transformarse en buenos compañeros y mejores amantes son las menos.
Esta realidad de muchas parejas en la sociedad actual, se contradice con que la sexualidad puede ser una fuente de satisfacción y realización tanto en los aspectos corporales, afectivos y espirituales.
Lograr esto requiere de una disposición distinta hacia el compañero más sensible y abierta a conocer la diferente naturaleza de hombres y mujeres en la sexualidad, en particular en el orgasmo.
La ciencia occidental conoce desde hace tiempo las diferencias orgásmicas de hombres y mujeres. Los estudios de los sexólogos Master y Johnson mostraron la forma diferente de experimentar el orgasmo entre los sexos.
De acuerdo a estos estudios el varón experimenta una respuesta pronta a los estímulos sexuales, un aumento súbito de la excitación, apreciable con facilidad por la erección, mayor velocidad de la respiración y del ritmo cardiaco. Luego un periodo de clímax breve que normalmente corresponde al orgasmo asociado a la eyaculación y luego una disminución rápida de la respuesta sexual, con una pérdida de la erección y del interés sexual.
En las mujeres estas tres fases son las mismas, pero difieren en los tiempos y en la forma en que se manifiestan. El período preliminar en que la mujer responde a los estímulos es más largo, pero luego el estado de clímax es mucho más prolongado pudiendo experimentar varios orgasmos en esta fase que se presentan como lapsos de intensa satisfacción sexual. Luego la etapa de disminución de la respuesta sexual también se desarrolla en un tiempo más dilatado en el tiempo, sin que se observen signos evidentes y es un momento en que la mujer sigue manteniendo el interés por su compañero.
Conocer y acompasar estas diferencias de ritmo es una de las claves para conseguir una vida sexual plena en pareja.
La experiencia sexual corriente se asemeja a la forma en que los hombres experimentan su experiencia sexual, ésta aparece graficada en el cuadro.
En cambio la forma en que la mujer vive su sexualidad se parece mucho más a un concepto que Mantak Chia llama Orgasmo Valle. Este se diferencia en que el periodo de excitación inicial es más lento y luego la etapa del clímax es gradual y mucho más prolongada en el tiempo, tanto como la pareja lo desee.
Vivir esta experiencia sexual requiere de una disposición completamente distinta de los amantes, más pausada y menos orientada a conseguir un intenso pero breve placer sexual; sin embargo, hacer el amor de esta manera posibilita una sexualidad más intensa y mucho más completa.
El juego amoroso previo es más dilatado en el tiempo y orientado a conseguir la repuesta sexual femenina, que como dicen los chinos, "tarda más en calentar el caldero". En esta etapa las caricias se deben extender a todo el cuerpo y no sólo se concentran en la zona genital y se debe acompañar de una respiración calma y pausada según se ha practicado previamente.
Una vez que la pareja se ha equilibrado en su deseo sexual puede iniciar la cópula. En este momento, es importante que los movimientos pélvicos tomen un ritmo lento y se acompañen con la respiración.
El papel que juega la respiración en el proceso es vital, ya que permite regular el ritmo cardiaco y por esta vía la respuesta eyaculatoria. En el Taller de Sexualidad de ecovisiones nº 9 se desarrolló los aspectos básicos de la respiración.
A medida que el deseo sexual aumenta en intensidad, el hombre debe tener cuidado con las ganas de eyacular. Si estas sobrevienen con mucha intensidad, conviene intensificar la atención en la respiración, disminuir la profundidad de la penetración, hacer más lento el ritmo de los movimientos pélvicos y extender la atención de los estímulos y caricias eróticas al conjunto del cuerpo.
Los recursos anteriores pueden acompañarse en este momento con la aplicación del "cerrojo inferior", que es la contracción de los músculos urogenitales, para evitar la salida del semen y dirigirlo hacia el interior.
En esta fase la mujer puede ayudar a su compañero, evitando las penetraciones profundas y relajando la musculatura vaginal, cuyo control se ha desarrollado previamente con las prácticas del huevo1.
Una vez que las ganas imperiosas de eyacular se han atenuado es posible reiniciar penetraciones más profundas, acompañándolas siempre de la forma de respiración señalada anteriormente y de un ritmo lento y acompasado con la pareja.
Hacer el amor de esta manera permite llegar al Orgasmo Valle, donde la sensación de placer intensificada se extiende a todo el cuerpo y puede ser mantenida por un largo periodo de tiempo (horas), sin que disminuya la excitación, ni la erección. Desde este estado, también se accede a la posibilidad de realizar trabajos de orden energético como la circulación micro cósmica y de tipo místico o espiritual.
Cualquiera sea la intención previa de la pareja, realizar el amor de esta manera, enriquecerá las posibilidades sexuales de los participantes y evitará casi sin excepción problemas de alta recurrencia, como son: la anorgasmia y la eyaculación precoz.
"Amor Curativo a Través del Tao: Cultivando La Energía Sexual Femenina". Mantak Chia y Maneewan Chia. Editorial Mirach, España 1993.
1 Esta es una práctica sugerida por Mantak Chia y Maneewan Chia para aumentar la energía sexual femenina y también sugerida por algunos médicos obstetras franceses en el periodo post parto para recuperar la elasticidad de la vagina.
Estos ejercicios se realizan con la introducción de un huevo de jade o madera en el canal vaginal y acompañados de ejercicios de respiración.
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