Además, se desarrolló la cibernética de primer orden que se entiende como la ciencia de la pauta y de la organización, la cual se preocupa por los procesos de control y la comunicación. Con la concepción de que no es posible considerar una parte del fenómeno separada de las otras por su interdependencia, aparece el estudio de los mecanismos de regulación como lo es la retroalimentación. (planteado por Wiener) Fundamenta la nueva teleología de la circularidad, para la mantención de un equilibrio dinámico (Jutorán, 1994).
Además, hubo una fuerte influencia de la teoría de la comunicación, proveniente de la escuela de Palo Alto, como la importancia de los contextos, eficacia de la información, la comunicación no verbal, metacomunicación, pautas que conectan etc. que aportan al entendimiento de que todo fenómeno se comporta de forma recíproca e interdependiente de su contexto.
No obstante, a pesar del enorme avance hacia el conocimiento de la complejidad de los fenómenos, todavía queda mucho camino por recorrer. En esta cibernética de primer orden, se estudian todos los fenómenos como sistemas, pero, ¿qué pasa con el observador? ¿Qué rol juega?, es decir, ¿es parte de un sistema mayor al está observando? ¿Puede incluirse en el sistema dependiendo de la unidad de análisis que se esté ocupando? Estas son preguntas que nos movilizan hacia una cibernética de segundo orden, en donde hay una necesidad de entender los límites de los sistemas, es decir, hasta qué punto yo soy parte o no del sistema.
Sin embargo, es ineludible que de todas formas lo estoy perturbando constantemente desde que lo percibo, le otorgo cualidades, lo reflexiono, y me comporto de una cierta manera en o fuera de él. Yo, como observador, desde mi experiencia, mis creencias y mi comportamiento estoy perturbando a todos lo que yo considero como sistema (estando dentro a fuera de él), teniendo en cuenta que los límites los construye el observador porque son ilusiones para poder aprehenderlos y entenderlos en su infinita complejidad, ya según mis creencias, desde los átomos al universo es solo un sistema, es decir, una unidad inseparable.
Es importante mencionar que entre la cibernética de primer orden y segundo orden hay un abismo de diferencias epistemológicas que es imprescindible ir aclarando a lo lardo de este ensayo. En la cibernética de primer orden hay una excesiva confianza en nuestros sentidos y percepciones, como si fuesen fidedignos de una realidad que esta "afuera", en donde nuestro rol es "descubrirla" para tener un mejor entendimiento del mundo. Y no solo se observa a nivel individual cuando cada uno le otorga cualidades a los sistemas particulares, también se observa en los sistemas sociales, en donde se confía excesivamente en los concesos sociales, por ejemplo para diferenciar lo normal de lo anormal.
Es cierto que necesitamos de estos consensos en cuanto somos seres sociales, pero creer que lo consensuado es intrínsecamente verdadero es un error muy peligroso. En otras palabras, lo que caracteriza a la cibernética de segundo orden es que se funda en la premisa de que no pueden plantearse observaciones, de un sistema por ejemplo, con independencia de los observadores. Esto no es algo trivial, ya que si lo reflexionamos permite al observador adentrarse en una nueva constelación de posibilidades, donde la experiencia propia y las diversas distinciones/puntuaciones que cada uno hace de su realidad cobran una importancia crucial.
Esta pérdida de la neutralidad del observador, en la cual toda descripción es desde sí mismo, conlleva la aparición de dos conceptos fundamentales, la autorreferencia y la autonomía. Somos un sistema cerrado, por tanto, somos totalmente autorreferentes, lo cual implica que la concepción de un "afuera" no tiene sentido. A esto se le llama cierre organizacional. Para Maturana esta autonomía es la autopoiésis, que es la capacidad que tienen los seres vivos de mantener y desarrollar su propia organización. Entonces, ya no se habla de cambios en la organización, sino en la estructura, la cual puede sufrir perturbaciones, pero manteniendo su organización autónoma o autopoiética intacta.
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