Evelyn Underbill (1875-1941) Escritora e investigadora del misticismo, Evelyn Underhill nació en el seno de una familia británica anglicana. Interesada de joven por el mundo de lo esotérico perteneció al movimiento de la Golden Dawn* en la que no permaneció mucho tiempo.
A los treinta años tuvo una experiencia visionaria que la llevó a convertirse al catolicismo. A partir de ese momento su vida estuvo dedicada a investigar la vida espiritual del ser humano.
En 1911 publicó una obra clave: Mysticim: A Study, in the Nature and Development of Man 's Spiritual Conciousness (Misticismo: Un estudio de la naturaleza y desarrollo de la conciencia espiritual del hombre). Se trata de un trabajo verdaderamente innovador que la convertía en una maestra espiritual.
Para Evelyn Underhill, como para la generalidad de los místicos, no existe diferencia esencial entre lo que solemos considerar como el aspecto interno del ser humano y el externo. Ambos planos no son más que vertientes diferentes de la única Verdad de la existencia. La persona que ha logrado comprender a Dios, ve la «túnica inconsútil» del Ser y, al verla, trata de adaptar su actividad a este conocimiento. En ese momento su objetivo se centra en lograr la unidad, porque en ella ve claramente que todo es Dios y que sólo hay Dios. Una realidad que ha sido constantemente expresada por todos los místicos, tanto orientales como occidentales.
En su estudio sobre el camino místico, Underhill distinguió cuatro etapas en el proceso de trascendencia del sí mismo, y el retorno al origen. La primera sería el despertar o la conversión, vendría después el conocimiento del sí mismo; le seguiría la oscura noche del alma; y, por último, estaría la unión o vida unitiva. Son éstas las etapas que la mayoría de los místicos han establecido en lo que podría denominarse «ascensión espiritual». Al referirse a la última de estas etapas, la vía unitiva que constituye la meta del místico, Underhill dice: «... El sí mismo no percibe únicamente y goza, como en la iluminación de la vida absoluta, sino que se hace uno conello». Este último paso lleva, pues, al místico a realizar actividades en el mundo, pero no para o del mundo. De modo que si lleva a cabo cualquier tipo de actividad mundana, lo hace para dotarla de un aire de purificación y santificación.
La vida unitiva para Underhill es «la vida en la cual la voluntad del hombre está unida a Dios». De todos modos, para ella resulta evidente que es imposible el que podamos conocer el carácter divino, tal como conocemos —aunque, a veces, no podamos expresarlo— el carácter de nuestras vidas. No obstante, tenemos la referencia de una serie de personajes históricos de los que sabemos que han llegado a ese punto máximo, «a esa culminación a la cual se dirige desde un principio la vida contemplativa». La vida unitiva se vive en el mundo, pero no forma parte de él. Pertenece a otro plano del ser, «se mueve firmemente entre niveles que no tienen relación con nuestro lenguaje, y por tanto no encaja en las dimensiones humanas». Nos encontramos en el valle, dice Underhill con un acertado símil, y sólo podemos echar una ojeada a la auténtica vida de esos espíritus privilegiados, que se encuentran en la cima de la montaña. Se hallan demasiado altos para nosotros, y no nos es posible alcanzarlos. No obstante, podemos entender la vida unitiva a través de la descripción que hacen los místicos, que utilizan la definición de la deificación y del matrimonio espiritual.
Para los místicos este concepto del matrimonio espiritual no incluye ninguna satisfacción desbordante, ni ningún otro tipo de éxtasis terrenal de discutible espiritualidad. Este matrimonio es un vínculo de por vida que nunca llegará a perderse o romperse; constituye una estrecha unión personal de la voluntad y el corazón con el sí mismo liberado, y la «más bella de las bellezas» que ha conocido mediante la contemplación. Según afirma Underhill, el camino místico representa un progreso, un crecimiento del amor. Constituye un impulso voluntario de la tendencia interior del alma hacia su origen; y también una erradicación de su inclinación desordenada hacia las cosas temporales.
Evelyn Underhill dedicó los últimos quince años de su vida a la investigaciónde la vida espiritual de hombres y mujeres corrientes, a los que encontraba a diario en los barrios pobres de North Kensignton, en el Londres del período de entre guerras. Su labor incluía también la dirección de numerosos ejercicios de recogimiento, sin olvidarse de prestar ayuda continua a quien lo solicitase, como guía espiritual.
Término utilizado en esoterismo, espiritualidad o, en el movimiento rosacruz.
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