La epistemología del aprendizaje de Gregory Bateson y el aporte de otras culturas
Crítica de la información pura: el nivel cero del aprendizaje
El dilema del garrote y la zanahoria: Aprendizaje I
El sello de lo humano: Aprendizaje II y "aprender a aprender"
Aprendizaje III: crítica de la curiosidad práctica
Reflexiones sobre el tercer nivel de aprendizaje y la cultura Mapuche
Supongamos que el alumno innovador, no se queda tranquilo con su único conjunto de alternativas. Y se da cuenta que no tiene por qué escoger entre lecciones aplicables a las pruebas o lecciones aplicables al amor, sino que las clases de historia le podrían servir para orientar su acción en otras situaciones, y de muchas maneras. Decide anotar en su cuaderno las posibles utilidades que los incidentes históricos relatados en clase, le podrían rendir en otros aspectos de la vida. De un incidente extrae una táctica para que le suban la mesada, de otro una estrategia para ridiculizar a un matón que lo atormenta, de un tercero una manera de mejorar las marcas de su equipo en deportes, etc. Y luego empieza a poner a prueba esas ideas…
¿Qué estará logrando ese alumno? Es evidente que el nivel de atención en clase o de investigación en casa requerido por tal ejercicio, redundará en un salto cualitativo en su aprendizaje y en su dominio de la materia per se. Ese alumno no sólo estará aprendiendo mucha historia y mucho de la historia. Lográ algo más significativo: aprende a aprender historia, o de la historia. Y, si persevera en su empresa, poseerá un rico compendio de estrategias para aprovechar mejor las clases de historia. Estará en el nivel que Bateson cataloga del Aprendizaje II, o de "aprender a aprender." Lo que define a este nivel es que aquí la persona no sólo aprende una materia o destreza ("historia", en este caso), sino que se vuelve más diestra en el propio arte de aprenderla. Está aprendiendo cómo aprender la historia y qué aprender de ella. Está, como dice Bateson, "descubriendo los múltiples contextos de la solución de problemas y del aprendizaje." (Bateson 1987, 166)
Cuando, en una situación de aprendizaje, no sólo se adquiere el saber o la destreza buscada, sino que también uno logra hacerse más diestro en adquirirlas, gracias a que se adecua el aprendizaje a distintos contextos, se puede decir que está ocurriendo Aprendizaje II o que se está aprendiendo a aprender. Y no sólo se aprende mejor (tornándose mejor aprendiz) sino que se escoge qué y cómo aprender. Las personas situadas en este nivel tienen ante sí conjuntos de opciones de aprendizaje expansivas y flexibles.
Este es el nivel de aprendizaje distintivo -nos dice Bateson- de la especie humana. Su riqueza, complejidad y flexibilidad ha sido responsables de casi todos los logros del homo sapiens. Pero también nos advierte que esta capacidad de aprender a aprender es, paradojalmente, un nivel al que se llega, no como consecuencia buscada de la educación formal, sino que en forma indirecta, en los márgenes de aquella. Es decir, la capacidad de aprender a aprender es un subproducto del sistema educacional, que escapa a su intencionalidad y control.
Todas esas cualidades que constituyen la materia prima esencial de todo educador, no son más que hábitos diversos de puntuar la experiencia, para hacerla coherente y darle uno u otro sentido… En cierto sentido, todos esos hábitos pueden no ser sino subproductos del proceso de aprendizaje. (Bateson 1987, 163 - 165).
El profesor enseña a sus alumnos a tocar el violín, mas cada uno aprende a aprender a tocarlo por cuenta propia. Esa es la razón por la cual unos aprenden más rápido que otros, con cada nueva lección. En una explicación que no hace más que reconocer la impotencia del maestro (o de la pedagogía) para modificar ritmos distintos de aprendizaje, se los atribuye a la industria o pereza, o a la presencia o ausencia de "dones naturales". ¿Pero dones naturales para qué, para la música o para el aprendizaje?