El verdadero nombre de Paracelso —seudónimo cuyo significado no está todavía muy claro, si bien pudiera referirse a Aulio Cornelio Celso, un padre de la medicina junto con Hipócrates, y también muy versado en distintas ramas del saber—, era el de Aureolus Phillipus Theofrastus Bombast von Hohenheim, aparatosa retahíla onomástica de la cual, según parece, el único nombre auténtico era el de Teofrasto.
Paracelso nació en la población suiza de Einsiedeln, cerca de Zúrich, en el año 1493. Era hijo de un médico que tenía curiosas aficiones: la metalurgia y el ocultismo. No es de extrañar, por tanto, que el joven Paracelso se sintiera inclinado desde muy temprana edad por estas aficiones paternas. Andando el tiempo, escribió sobre sí mismo, con la sinceridad e inmodestia que siempre le caracterizó, lo siguiente: «Crecí en unos jardines cuyos árboles sé podar, y no fui una gloria pequeña de la alta escuela».
La infancia de Paracelso está marcada por los continuos cambios de residencia que tiene que sufrir, debido a la profesión de su padre, que debe trasladarse primero a Kárnten, población en la que ejerce como médico, y posteriormente al Tirol, en donde trabaja como técnico en minería. Estos continuos cambios de residencia no permiten que el muchacho pueda asistir de forma ordenada a una escuela.
La formación de Paracelso se va haciendo así de manera autodidacta, lo que no impide que resulte muy interesante porque, además, su padre contribuye a enriquecerla. Los conocimientos académicos se le hacen, sin embargo, un tanto ajenos. Por ejemplo, nunca se preocupará por estudiar latín, lengua por la que no siente la menor simpatía, pero que debe conocer todo profesional de la época que se quiera hacer respetar.