SEPARACIÓN DE LA SOCIEDAD TEOSÓFICA

En 1925, cuando se hallaba en camino hacia la India, en donde iba a dar una serie de conferencias, Krishnamurti vivió una de las experiencias más dramáticas de su vida: la muerte de su hermano Nitya, a quien idolatraba. Fue una muerte que, pese al delicado estado de salud del joven, los grandes cerebros de la Sociedad Teosófica le habían prometido que no iba a producirse. Este acontecimiento, unido a la profunda transformación interna experimentada durante esos últimos años, le llevaron a tomar una decisión trascendental e inesperada. En agosto de 1929, durante la celebración de uno de los cursos, en Holanda, hizo pública renuncia a la presidencia de la Orden de la Estrella, junto a su pertenencia a la Sociedad Teosófica.

Esta insólita decisión tenía un indiscutible valor simbólico. De este modo, el joven Instructor del Mundo se alejaba de forma definitiva e irrevocable de unos círculos que lo habían enaltecido sin límites, pero que constreñían, al mismo tiempo, la necesidad de libertad y verdad que él ansiaba. Krishnamurti puso fin, en aquellos dramáticos momentos, a su anterior etapa con un discurso lleno de belleza en el que afirmaba que la Verdad era una tierra sin fronteras, y que no era posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión ni por ninguna secta. Aseguraba también, que las creencias son asuntos puramente individuales y que nadie puede ni debe organizarlas, porque si se hace así tal creencia se convierte en algo muerto y cristalizado; se transforma en un credo, en una secta, en una religión que ha de imponerse a los demás.

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