JUNG, EL YOGA Y EL I CHING

En 1913 tuvo premoniciones del terrible cataclismo que se avecinaba, y eso le produjo una gran inquietud. En esa época, y para conseguir algo de tranquilidad, empezó a practicar yoga, una técnica muy poco usual por entonces y mucho menos en un científico como él. En esos años vivió una auténtica crisis interior que constituyó un excelente caldo de cultivo para que eclosionara su espíritu creador.

Al referirse a uno de los personajes que aparecen en sus Ensoñacienes, al que dio el nombre de Filemón, decía que representaba una fuerza que nada tenía que ver con él, Jung. Ambos, el personaje real y el ficticio, mantenían conversaciones en las que Filemón decía cosas que Jung no había pensado nunca de manera consciente. Filemón le aseguraba que los pensamientos y las ideas tenían su propia vida, que en la psique cosas que no son producidas por el eran como animales libres en el bosque. «De esta manera -dice Jung- me iba familiarizando, de forma paulatina, con la objetividad psíquica, con la realidad del alma.» Este descubrimiento le iba a resultar capital, ya que le confirmaba la realidad del inconsciente colectivo y de su contenido mitológico.

El interés de Jung no sólo por los aspectos científicos y médicos que exigía su profesión, sino también por todas aquellas manifestaciones de un saber ancestral consideradas como «herméticas» fue una de sus constantes. Los personajes simbólicos y los símbolos cargados de significado, le hicieron familiarizarse con la objetividad psíquica.

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