"¿No hay ni un líder?. ¡Verdad!". Todos miraron sorprendidos al alumno y luego al televisor. En sus rostros habla una mirada de incredulidad. En la confusión del momento, me moví despacio al televisor, sintiendo la respiración de la gente. Esperaba un bombardeo de preguntas, pero sólo hubo un profundo silencio. Empecé a hablar, cada palabra parecía ser escuchada y absorbida.
"Escuchen claramente Tengo una cosa muy importante que decirles. No hay, ningún líder. No hay nada que se parezca a un movimiento llamado "Tercera Ola". Uds. han sido usados, manipulados, empujados por su propia voluntad hacia el lugar en que se encuentran en este momento. Ustedes no son mejores ni peores que los nazis alemanes que hemos estado estudiando".
"Ustedes pensaron que eran los elegidos, que eran mejores que los que están fuera de la sala. Ustedes vendieron su destino y su libertad por la comodidad de la disciplina y la superioridad. Ustedes eligieron aceptar el deseo del grupo y la gran mentira de su propia convicción y creyeron que sólo lo hacían, por diversión, en un comienzo, que podrían salirse en cualquier momento, pero, ¿hasta dónde habrían llegado? ¿Qué tan lejos podrían haber ido? Déjenme mostrarles su futuro". Con esto, encendí una proyectora de cine. Inmediatamente iluminó una tela blanca que colgaba encima del televisor. El rugido de la concentración de Nüremberg apareció en la pantalla. Mi corazón golpeaba fuertemente. En imágenes fantasmagóricas, la historia del Tercer Reich desfiló ante la sala. La Disciplina. La marcha de la Súper Raza. La gran mentira. Arrogancia, violencia, terror. Gente empujada dentro de grandes camiones. La visión de los campos de concentración, caras sin ojos. Los juicios. La plegaria de la ignorancia.
Yo sólo hacía mi trabajo, Mi trabajo. Abruptamente, como empecé la proyección de la película, terminé con una frase: "Todo el mundo debe aceptar la culpa. Nadie puede declarar que no tomó parte alguna".
La sala permaneció oscura mientras el rollo cambiaba de carrete. Me sentí enfermo del estómago. La sala olía a camarín, Nadie se movía. Era como si cada une quisiera disecar ese momento, descubrir qué había pasado. Era como despertar de un sueño profundo. Toda la gente en la sala miró por última vez hacia su conciencia. Esperé durante varios minutos para que todos recapacitaran. Finalmente, algunas preguntas empezaron a surgir. Todas ellas indicaban una situación imaginaria y buscaban encontrar el significado de este evento.
Todavía en la sala a oscuras, empecé la explicación. Confesé mi sensación de enfermedad y remordimiento. Expliqué a la asamblea que una aclaración completa tomaría tiempo. Me vi desplazándome desde un punto de introspección activa en el evento, hasta el papel de profesor: es más fácil ser profesor.