Mi mayor temor fue provocado por el incidente de los soplones. Si bien yo designé formalmente a tres alumnos para que me informasen de los casos de comportamiento desviado, aproximadamente veinte personas se acercaron a mí con informes del tipo de: "Alan no saludó", "Georgina estaba criticando el Experimento", etc. Este incidente de los chismes significaba que ya la mitad del grupo consideraba su deber observar y delatar a otros miembros de su propio grupo. Junto con esta avalancha de informes, parecía avecinarse una conspiración de verdad. Tres muchachas de la clase habían contado todo a sus padres acerca de las actividades del colegio. Estas alumnas eran, con creces, las más aventajadas de la clase y andaban siempre juntas; además, tenían en común su gusto por el liderazgo. Durante el Experimento, me preguntaba cómo responderían a la idea de igualdad entre los integrantes del grupo. Las recompensas a que ellas estaban acostumbradas no tenían cabida en el Experimento. Las cualidades intelectuales como el razonamiento, no existían para nosotros. En la atmósfera marcial de la clase, parecían mantenerse al margen. Ahora que veo retrospectivamente el Experimento, ellas me parecían entonces como esos alumnos con dificultades en el aprendizaje. Observaban las actividades, participando mecánicamente mientras el resto se mostraba entusiasta, ellas se introvertían, limitándose a observar. Al contar a sus padres lo del Experimento, provocaron una breve cadena de acontecimientos. Un rabino me llamó de parte de uno de los padres, siendo cortés y condescendiente: Le dije que sólo estábamos estudiando la personalidad alemana y se mostró satisfecho, dándome a entender que no me preocupara, pues él se encargaría de llamar a los padres para tranquilizarlos. Al concluir esta conversación, pensé en cuántas veces, a través de la historia, había habido conversaciones similares en las que la iglesia aceptó y pidió excusas por entrometerse. Si el rabino se hubiera encolerizado o, simplemente, hubiera investigado la situación, yo podría haber demostrado a mis alumnos una forma concreta y correcta de rebelión. Pero no, el rabino se convirtió en una parte del Experimento; al ignorar la opresión, pasó a ser cómplice.