Podríamos decir de forma resumida que la kábala, o cábala, es un sistema filosófico –metafísico – y místico a través del cual el iniciado llega al conocimiento del universo, e incluso de Dios. Siguiendo la línea de lo que ya se ha afirmado sobre la esencia del esoterismo, la enseñanza cabalística permite al discípulo elevarse sobre el grueso de las ideas comunes, haciéndole comprender el enigmático y misterioso sentido de la Creación.
Aunque los secretos de la cábala se encuentran en los textos sagrados de las Escrituras, no es posible desentrañarlos si se toman al pie de la letra esos textos. El mismo Maestro de Nazareth se refirió al engaño de aquellos que aceptan a pies juntillas la letra muerta. Porque si bien es cierto que el Antiguo Testamento está lleno de simbolismos, lo que aparentemente se muestra en sus páginas no es otra cosa que historias con las que se trata de velar las verdades ocultas. Así pues, el lector que siga a rajatabla el relato de lo que se cuenta en el Pentateuco jamás podrá adivinar qué símbolos se esconden detrás y en cada una de las historias.
Pero la cábala estudia esos textos sagrados bajo una perspectiva absolutamente diferente. Para los cabalistas las letras hebraicas no constituyen simplemente un sistema de notación con el cual se pueden relatar historias y sucesos, sino que cada letra, al igual que cada número, posee poderes divinos. Uno de los maestros esotéricos al que habremos de referirnos más adelante, Agripa, decía que «los números y caracteres inmutables constituyen el soplo de la armonía de Dios, pues se encuentran consagrados por la presencia divina. Y ante ellos, las criaturas celestes sienten temor, y las terrenales se echan a temblar».
El trabajo de los cabalistas –y digamos que la tarea resulta muy ardua - consiste en descifrar el sentido que subyace en esas letras y números, mediante una serie de métodos que se van transmitiendo de forma oral. De este modo, las verdades que se irán descubriendo estarán siempre de acuerdo con los principios fundamentales establecidos por aquellos maestros que crearon la cábala.