Zósimo

Al margen de Hermes, ese padre real o fabuloso del esoterismo universal, hay dos figuras que no pueden pasarse por alto en los primeros siglos de nuestra Era: Zósimo de Panópolis y María la Judía.

Zósimo, al que se le otorgó el titulo de «corona de los filósofos», nació en Panópolis en un año todavía impreciso del siglo IV de nuestra Era.

De Zósimo se sabe que escribió más de una veintena de volúmenes sobre artes herméticas, especialmente alquimia; lamentablemente, sólo algunas de estas obras han podido superar el paso de los siglos y llegado hasta nosotros. Pero son más que suficientes para que nos podamos hacer una idea de las ideas que sustentaba este sabio esotérico.

En uno de sus libros, Zósimo escribe lo siguiente:

«Recibe esta piedra que no es simplemente una piedra, sino una cosa que es a la vez preciosa y carece de valor, un objeto que posee muchas formas y ninguna en concreto: este objeto desconocido que, sin embargo, es conocido de todos».

Indiscutiblemente, Zósimo, que era un sabio alquimista, se está refiriendo a la «materia primera», a partir de la cual empieza a trabajar «el filósofo» –es decir, el alquimista- para realizar su obra.