La obra capital del abad Tritemo la constituyen sus Siete causas segundas. Se trata de una obra en la que lo esotérico y hermético se conjuga con lo religioso, una obra que ciertamente no «estaba destinada ni a bueyes ni a loros».
En este libro, que es todo un tratado de genealogías ocultistas, Tritemo establece que esas «siete causas segundas» no son otra cosa que los siete ángeles o ministros de Dios, quien, indiscutiblemente, constituye la Causa Primera. El orden cronológico que Tritemo establece se inicia con el ángel Orifiel, que es al mismo tiempo el espíritu del planeta Saturno. Orifiel gobernó el universo inmediatamente después que Dios concluyera la Creación.
Dato curioso: Tritemo estipula los períodos de gobierno de cada ángel con una precisión extrema –de días, meses y años –, desde el primer instante en que el mundo fue mundo hasta el año 1879. Por qué escogió precisamente esta fecha para concluir su cálculo es algo que sólo sabía él, pero estima que es en ese año cuando concluye el mandato del último gobernante celestial, Gabriel.
Tritemo escribió este libro, de indiscutible contenido mágico, en latín. Y aunque aparentemente su desarrollo –en el que los distintos ángeles van gobernando el universo de forma sucesiva, siguiendo el principio establecido de que del orden del pasado se profetizará el futuro, ya que las instituciones celestes no están sujetas a cambio alguno –, pueda parecer a un lector poco avisado una sarta de afirmaciones peregrinas y de teorías poco comprensibles, no hay que olvidar que Tritemo escribía en clave y que, por tanto, su libro necesitaría ser descodificado para poder ser entendido, cosa imposible ya que las claves interpretativas se las llevó el bueno del abad a la tumba.