En 1555, cuando Nostradamus cuenta algo más de cincuenta años, se publica la obra que habría de hacerle mundialmente famoso, Las Centurias. Es una obra escrita en un estilo críptico y difícilmente inteligible, que no permite aclarar muchos de los acontecimientos que anuncia, motivo que dio pie a que muchos escépticos y racionalistas dijeran que no se trataba más que de la obra propia de un charlatán.
Lo que tal vez no tuvieron en cuenta esos detractores de Nostradamus es que el libro profético fue publicado en una época muy crítica. El protestantismo se extendía como la pólvora por Europa, y en Francia, más concretamente, los odios entre hugonotes y católicos se hacían cada vez mayores y más dramáticos. Era asimismo el tiempo del Concilio de Trento, de las guerras de religión, y de unas sociedades teocráticas en las que todo aquel que se apartara del Dogma corría el mayor de los peligros. Que lo digan si no personajes de la talla de Servet o de Bruno, cuyas vidas acabaron en el suplicio. Nostradamus podría correr el mismo destino a poco que vieran en su obra alguna señal de disidencia. No está dispuesto a perder ni su obra ni su vida, y hace cuanto puede para evitarlo, de la manera más inteligente y con los medios que tiene a su alcance.
Ratificando lo que decimos están sus propias palabras, refiriéndose al estilo de su obra: «... Hubiese podido adaptarlas unas a otras. Pero al ver, ¡oh, Serenísimo Rey!, que algunos de la censura encontrarán en ellas dificultad, que será causa de retirar mi pluma al descanso nocturno». Temía, con razón, que su vida pudiera pender de un hilo.
Por todo ello, el sabio esotérico decide escribir de manera que sólo los iniciados logren comprender lo que dice. «Lo más sorprendente no es, pues, el misterio de que se rodeó el profeta –escribe Pichon–, sino que este misterio no haya podido ser aclarado en cuatro siglos. Según Serge Hutin, prologuista y presentador de una interesante edición de Las Centurias, un especialista peruano en Nostradamus, Daniel Ruzo, tendría en su poder mil obras, entre impresas y manuscritas, dedicadas al ilustre médico.»