(1486-1535) Célebre hermetista del Renacimiento, muy renombrado no sólo por sus sobresalientes conocimientos de magia, sino también por ser un notable médico, abogado e incluso teólogo. Su carrera profesional incluye un puesto de profesor en la universidad de Pavía, el cargo de médico de cabecera de la casa de Saboya, el de historiador del emperador Carlos V e, incluso, el de valido del papa León X. Constituye, por tanto, una de las personalidades más vigorosas del ocultismo de la época renacentista.
Agripa nació en Colonia, en el seno de una familia de la baja aristocracia alemana, lo que condicionó la primera etapa de su vida, al decantarse por la carrera militar.
Poco se sabe de esta primera época ya que, al no ser amigo de las armas, pronto abandonó el oficio de soldado. Decidido a dar un cambio radical a su vida, se entregó con ardor a una serie de estudios humanísticos y científicos que le permitieron ocupar puestos docentes en prestigiosas universidades europeas. En 1515 fundó en Pavía un instituto para el estudio y desarrollo de las ciencias ocultas.
Su espíritu inquieto y viajero, y su profundo dominio de muchas ciencias, le permitieron conocer numerosas personalidades de su tiempo, entre las que cabe destacar a Erasmo y Paracelso, del que se afirma que fue su maestro. Asimismo mantuvo intensa relación con ocultistas notables, entre los que se encuentra el famoso abad Tritemo, al que le unió una gran amistad. Su temperamento, no obstante, era sumamente polémico y difícil, prueba de lo cual son estas palabras con las que fue definido por uno de sus contemporáneos: «No hay nada que respete Agripa. Desprecia, sabe, ignora, ríe, llora y se irrita. Todo lo destroza y de todos se burla: del filósofo, del demonio, del héroe y de Dios.» Indiscutiblemente, la jerarquía no era algo que contase mucho para este hombre singular. Su obra más famosa, la que le permitió codearse con los sabios de su tiempo, es la polémica Filosofía oculta. En ella, y entre otras muchas cosas, afirma que la magia es una facultad poderosa, una ciencia que encierra de forma velada el conocimiento más profundo de las cosas, de su esencia y efectos. El mago, mediante el estudio de la Naturaleza, consigue incrementar su sabiduría, al descubrir la relación y los vínculos que unen los distintos reinos del universo. Los cuatro elementos básicos (aire, fuego, tierra y agua) constituyen los pilares de todo lo existente. Estos elementos se presentan de tres maneras: puros en las estrellas; impuros, aquí abajo, en la tierra; y, en tercer lugar, en una forma compuesta y variable. Siguiendo las teorías de los neoplatónicos, afirma que dichos elementos están presentes en todo cuanto existe: en las cosas físicas, en los espíritus y también en Dios. El sabio que se dedica a la magia, dice Agripa, necesita conocer en profundidad las simpatías y antipatías que existen entre los seres y las cosas, pero también le resulta indispensable conocer las ciencias matemáticas, pues las virtudes naturales están regidas por los números, el peso y la medida. Las matemáticas son, a su criterio, el origen de la luz, del movimiento y de la armonía del mundo.
La sabiduría ocultista y esotérica de Agripa fue motivo de admiración para otros grandes maestros, pero sus vastos conocimientos no impidieron que sus últimos años fueran muy azarosos. En 1529 consiguió ser nombrado archivero real, cargo que había deseado ardientemente. La iglesia, mientras tanto, le perseguía incansablemente con el declarado deseo de aniquilarle. Finalmente, fue acusado de brujería y fue encarcelado. Permaneció en prisión durante varios años poniéndosele en libertad en 1531, y muriendo cuatro años después.
Agripa ejerció una notable influencia en el surgimiento de la revolución científica del siglo XVII. Para algunos autores, la búsqueda incansable que el hermetista alemán llevó a cabo durante toda su vida, representó el punto de partida de la ciencia moderna. En todo caso, Agripa es, sin lugar a dudas, una de las figuras más emblemáticas y profundas del esoterismo de todos los tiempos.