Reinterpretacion de la Historia
Todo este panorama histórico-antropológico ha sido fruto de enormes controversias por parte de teóricos y estudiosos de la historia que pertenecen a una ideología tradicional y los investigadores de líneas más innovadoras (feministas, ecológicos entre muchos). La discusión se centra en la veracidad o no de los principios y razones culturales atribuidas a los restos arqueológicos. Lo interesante de este proceso de reflexión y discusión en torno a la realidad o no de una cultura basada en la preponderancia de lo femenino es la propuesta de una forma diferente de relación con la naturaleza y los seres humanos, asociada a una cosmogonía matrística.
Desde la perspectiva de los investigadores del tema las culturas en que prevalecían los símbolos femeninos estarían asociadas a formas religiosas y de convivencia más armónica ent6re hombres y mujeres en que ambos coexistían sin subyugarse o negarse entre sí. Riane Eisler en su libro"El Cáliz y La Espada" señala acerca del poder de lo femenino que correspondería a la capacidad de alimentar y de dar, que aunque está lejos de referirse a una manera utópica de convivencia, se podría identificar con el "poder de actualización" para diferenciarlo de su contraparte patriarcal "el poder de dominación". Para esta autora que ha recopilado antecedentes de diferentes culturas históricas lo fundamental de toda esta investigación está en las consecuencias culturales e ideológicas que se develan al conectarnos con esta mirada de la historia del ser humano.
Surge así una concepción de un ser humano en armonía con la naturaleza en lugar de estar profitando de ella a través de la explotación. Una cosmogonía que celebra la vida, que celebra el amor, incluyendo el amor sexual entre hombres y mujeres, tal como se devela en los restos artísticos de Creta minoica.
El biólogo chileno Humberto Maturana, ha trabajado sobre el tema en lo que él denomina "la biología del conocimiento" y "la biología del amor" desde estas ópticas derivó a su actual quehacer que es la combinación de ambas en lo que él llamó "Matriz relacional de la existencia humana". Él ha estado tan dedicado al tema que creó un instituto de formación "Matríztica.org".
El aporte de él a la comprensión de las dificultades de relación entre los seres humanos proviene de la dicotomía de tener que vivir en un mundo en que inicialmente se viven relaciones matrísticas y que de un momento a se transforma en un dominio patriarcal.
Maturana sostiene que los pueblos matrísticos, de acuerdo a sus restos arqueológicos corresponderían a pueblos de agricultores y recolectores, en los que los lugares de cultivo y recolección eran comunes y se podría inferir que vivían en una dinámica de compenetración y armonía con la naturaleza venerada en la forma de una diosa en una comprensión cíclica de los procesos de vida y muerte. La naturaleza y sus deidades, a veces múltiples y con diversas formas, simbolizaban la generación y conservación de la armonía de toda la existencia.
Su contraparte patriarcal surgiría de los pueblos pastores en las que, luego de una historia de pastoreo más fluida con la naturaleza, siguiendo libremente a una manada silvestre, comenzaría apropiarse de determinado número de animales impidiendo el libre acceso de otros seres vivos a ella. Cuando el otro comienza a ser vivido como una amenaza a la propiedad surge la noción del enemigo, de un mundo lleno de amenazas y de otros diferentes desconocidos y por lo tanto peligrosos, ya que desconocemos sus reales intenciones para con nuestra propiedad.
Es en el ámbito de la apropiación donde surge la exclusión, la enemistad y guerra, la subordinación y jerarquía, el poder y la obediencia. En esta forma de vida surge también la desconfianza ya que se pierde la sensación de armonía con la existencia. Emerge entonces la necesidad de dominio y control de aquello que resulta incomprensible e impredecible. En este modo de emocionar surge la búsqueda ansiosa de la seguridad propia de las relaciones unilaterales en que no existe la aceptación y convivencia con lo diferente, ni la experiencia de reciprocidad.
Así cada forma de vida va condicionando, según él una manera de vincularse con la existencia y un emocionar particular que construye una mirada de la existencia y un sentido vital.
En nuestro país hemos heredado la tradición europea de los pueblos patriarcales dominadores, que dominan y conquistan la naturaleza. Los españoles llegaron a nuestro territorio asolando todo vestigio de cultura indígena ancestral, que dicho sea de paso manejaba una cosmogonía matrística en los tiempos de Paz. Es la herencia cultural que se ha transmitido de generación en generación, arrasando con los bosques, lejos de la armonía con la naturaleza. Una tradición que sigue negando la diversidad racial propia, discriminando y segregando a aquellos que no se relacionan de la misma manera con la naturaleza, como sucede con los pueblos nativos de Chile.