Steiner, fundador de la antroposofía, perteneció en sus años jóvenes a la Sociedad Teosófica, de la que se apartó por discrepancias con su Presidenta, la señora Annie Besant. Hombre de indiscutible talento, se preocupó porque en su nuevo Movimiento se diese relevancia a todas las artes.
En 1899, ya en Berlín, conoció a una señalada teósofa, Marie de Rivers, que le puso en contacto con Annie Besant*, presidenta de la Sociedad Teosófica, tras el fallecimiento de la señora Blavatsky*. Steiner empezó entonces su etapa teosófica, encargándose de la organización de la Sociedad en Alemania. Fundó por entonces la revista Lucifer y Gnosis y publicó obras de clara inspiración teosófica.
En sus escritos afirmaba que el hombre es el más antiguo de los seres vivientes, separado recientemente de una Potencia Cósmica, de la que sigue siendo una partícula. En sus tesis expresaba la necesidad y la posibilidad de que el ser humano accediese al conocimiento de mundos suprasensibles. Teorías que, evidentemente, estaban impregnadas del espíritu teosófico.
En poco tiempo Steiner sintió la necesidad de modificar algunos de los postulados de la teosofía*, fusionando los conceptos filosóficos orientales, de los que estaba impregnada la Sociedad, con un aire netamente crístico que la convertiría en un movimiento espiritual y esotérico de inspiración occidental.
Pero tales innovaciones no fueron bien vistas por Annie Besant, que se hallaba plenamente convencida de la superioridad de la tradición de Oriente. Esto produjo las primeras fisuras entre ambos; y como si fuera necesario algo más para agravar esta situación crítica, surgió por entonces el asunto Krishnamurti.
La presidenta de la Sociedad Teosófica mantenía la convicción de que el joven Krishnamurti era una encarnación de Cristo, y que estaba destinado a ser el Instructor del Mundo. Ante tales manifestaciones, Steiner pidió la dimisión de la Besant, y esto significó su definitiva ruptura con la Sociedad.
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