Al leer los párrafos anteriores no se puede por menos de reconocer que la señora Blavatsky tenía una visión lúcida de las cosas.
También agrada leer en este mismo prefacio, la afirmación hecha por la autora de que no cree en magia alguna que trascienda la capacidad de la mente humana; ni tampoco en milagros, ya sean divinos o diabólicos, entendiendo por tales milagros cualquier transgresión de las leyes naturales. Pero se pregunta si sería exagerado creer que el hombre pueda desplegar nuevas facultades sensitivas, y relacionarse mucho más íntimamente con la Naturaleza.
«La lógica de la evolución nos lo dirá, si la llevamos hasta sus legítimas conclusiones.
Si el alma ha evolucionado en línea ascendente, desde el vegetal o el molusco hasta el hombre más perfecto, adquiriendo sus elevadas facultades intelectuales, no será irrazonable inferir y creer que también en el hombre se está desenvolviendo una facultad perceptiva, que le permitirá indagar hechos y verdades que se encuentran más allá de los límites de nuestra percepción ordinaria.»
Para continuar en esta línea de evolución, el hombre habrá de trabajar en su propio perfeccionamiento interior, que le llevará a la consecución de la Sabiduría, el único camina hacia lo que ha dado en llamarse la «autorrealización».
De este modo, cuando el individuo llegue a convertirse en su propio instructor, comprenderá que su alma es inmortal y que su futuro es el futuro de algo cuyo crecimiento y esplendor no tienen límites.
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