Astrología China: Características de los Signos
La astrología, ciencia de los astros, sagrada y doblemente oculta; aparece con el ser humano.
Cuando el hombre, intenta explicarse el porqué de la luz y la oscuridad, está poniendo la primera piedra del edificio astrológico. El hombre primitivo, cazador y nómada, estudia el cielo diurno en el que brilla el sol, y el cielo nocturno donde descubre astros fijos y astros que cambian de posición y descubre las fases de la luna, que serán su primera referencia para medir el tiempo. Las primeras mediciones son un tiempo lunar encerrado en los veintinueve días y medio que transcurren entre la luna nueva y la siguiente.
Antes que aparezca cualquier registro escrito, aparecen señales del interés del hombre por los astros, y así encontramos en ciertos huesos de reno y marfiles de mamut, pertenecientes al paleolítico superior, marcas que son anotaciones de las secuencias de la luna.
Más adelante, cuando el hombre se hace agricultor, siente la necesidad de un calendario más relacionado con las labores de la tierra y el cambio de las estaciones; y se plantea la sustitución del calendario lunar por otro basado en el paso del sol a través del cielo, ya que es el sol quien afecta al crecimiento de las cosechas y las épocas de celo de los animales.
Este cambio, como todos los cambios, no fue fácil, pues el sol no presentaba fases ni ningún intervalo obvio entre él final de un mes y el siguiente. Tuvo que aparecer un genio entre los astrólogos primitivos que descubriera que el sol, además de salir y ponerse cada día, también se movía entre las estrellas fijas del cielo y este descubrimiento modificó de forma definitiva el calendario: el tiempo del hombre sedentario y agricultor se convirtió en un tiempo solar.
Es en Oriente Medio, en las antiguas tierras de Mesopotamia, donde la astrología adquiere su mayor esplendor. En Ur, Uruk y Babilonia surgen observatorios para estudiar el movimiento de los astros. Torres de 80 m . de altura llamadas zigurath (montañas cósmicas), escalonadas en siete terrazas para representar a los siete planetas conocidos. En estas torres los sabios babilonios empiezan a estudiar los movimientos de los planetas, a descubrir las relaciones entre ellos y con los acontecimientos humanos, y a establecer los símbolos y significados para estas relaciones. Elevan a los planetas a la categoría de dioses; así Venus, la estrella matutina, era la diosa Ishtar , la diosa de la vegetación en la época de las cosechas, que permanecía prisionera en las entrañas de la tierra durante los meses de invierno.
Todas estas detalladas observaciones llevan al descubrimiento de la eclíptica -el Camino de Anu, el Camino del Sol- y su trayectoria circular fue dibujada entre las estrellas. Las estrellas contenidas en este círculo adquirieron un especial interés en el ámbito de los cielos.
Pronto dividen el cinturón solar en doce subdivisiones, los doce signos del zodíaco, llamado así porque casi todos ellos representan animales.
Estos doce grupos de estrellas o constelaciones se utilizaban para señalar la posición de un planeta en un momento determinado. Naturalmente, las observaciones se hacían a simple vista y los planetas entonces conocidos eran: El Sol, Venus, Mercurio, la Luna, Júpiter y Marte. En astrología se siguen tomando al Sol y a la Luna como planetas. Los planetas descubiertos posteriormente no modifican la arquitectura fundamental de esta ciencia oculta.
Los astrólogos babilonios siguen progresando y dibujan un mapa celeste de la trayectoria del sol, en el que señalan 4 puntos importantes: los equinoccios y los solsticios. También desarrollan la unidad de la semana, probable consecuencia de asignar un día a cada uno de los planetas. El día de Saturno, último de la semana, era maligno, prevalecía la mala suerte y pronto se convirtió en un día santo para la gente.
Son los babilonios los qué sientan las bases de la astrología moderna, aunque son los griegos los que dividen el círculo en 12 sectores iguales y dan nombre a las 12 constelaciones del zodíaco: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpión, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis.
La astrología no sólo se practica en Mesopotamia, también en Egipto florece esta ciencia, que directamente conectada a los mitos religiosos y al conocimiento oculto de las fuerzas naturales y cósmicas a las que está sometido el hombre, era estudiada y practicada por los sacerdotes y magos. egipcios, así como por los médicos, considerados por Homero como los mejores de su época, y que no fueron sustituidos por los griegos hasta el siglo VI a. de C.
Los griegos consideraron la astrología como un don directo de los dioses, y la cultivaron con éxito. Todos los grandes filósofos griegos tienen una sólida formación astrológica.
Alejandría y Roma son también cuna de grandes astrólogos, aunque en Roma la antigua ciencia sufre altibajos, dependiendo de la buena o mala disposición del Senado y de los distintos emperadores. Por ejemplo, el tratado más antiguo de astrología que conocemos, «De Astronómica», escrito por Claudio Manilio (10 d. C.), fue escrito durante el reinado de Augusto. Este tratado consta de 4.200 versos divididos en cinco libros, y es una recopilación de la ciencia astrológica conocida anteriormente. En él se mencionó por primera vez el hombre zodíaco, en el que cada signo correspondería a una parte del cuerpo humano.
Y llegamos a Ptolomeo, el mayor astrólogo-astrónomo de todos los tiempos, autor de dos importantísimas obras: el «Almagesto» y el «Tetrabiblos», en los que se plantea una cosmología que estará en vigor hasta que aparezca Copérnico.
Claudio Ptolomeo de Alejandría nace alrededor del año 100 d. C. en Ptolemaida, Egipto, y no se sabe nada de su vida personal.
En su obra están las bases de la astrología moderna. En ella se establece la importancia de la influencia del Sol sobre todo lo creado, se explican los cambios debidos a la fuerza de la Luna, como mareas,, ciclos de fertilidad, así como que las estrellas, la Luna y los planetas mantienen relaciones variables entre sí, mientras que la acción del Sol es una constante.
Ahora bien, los cambios de las estrellas y planetas modifican la acción constante del Sol, ofreciendo así una variedad de fuerzas de trabajo efectivas.
Cada planeta está relacionado con los demás por los cuatro elementos básicos: fuego, aire, tierra y agua; y cada elemento tiene una cualidad fundamental: calor, sequedad, frío y humedad.
Los signos del zodíaco tienen propiedades particulares que se deben a su parentesco con «el Sol, la Luna y los demás planetas», y hay seis signos masculinos y diurnos y seis femeninos y nocturnos.
También Ptolomeo desarrolló la teoría de que las edades del hombre eran siete, regidas por los siete planetas. De éstos, la Luna y el Sol eran los más importantes, y su posición en el momento exacto del nacimiento determinaba la "naturaleza muy especial del cuerpo y del alma". La astrología era la «pronosticación mediante la astronomía», y se ocupaba de las cosas materiales e imperfectas que el hombre puede comprender. En su sistema, Ptolomeo coloca a la tierra en el centro del Universo y supone que el Sol se mueve alrededor de una órbita circular.
A esta época de esplendor astrológico le sigue otra de persecución y desprestigio. El primer gran desastre, no sólo para la astrología, sino para todo el saber antiguo, es la destrucción de la gran biblioteca de Alejandría. Luego, los primeros padres de la Iglesia Católica arremeten sistemáticamente contra todo lo que suene a astrología y magia. San Agustín (345-430), por ejemplo, a pesar de haber practicado la astrología en su juventud, la ataca duramente en sus obras.
Son los árabes quienes hacen de puente y nos devuelven retazos de la ciencia clásica. Alrededor del año 700 se consolida el imperio islámico; los califas sucesores de Mahoma, que gobiernan en Bagdad, empiezan a rodearse de sabios de todo tipo, y la astrología sale de su letargo. Empiezan a investigar en lo poco que queda de la Biblioteca de Alejandría y traducen algunos libros griegos, como el «Tetrabiblos» de Ptolomeo.
A lomos de pura sangre árabes vuelven a Europa los viejos filósofos griegos, y gracias a ello resurge en occidente la tradición astrológica, con figuras como Alberto Magno, Bacon, Nicolás Flammel, etc.
Ahora bien, al mismo tiempo que se consigue que la astrología se instale por méritos propios en las universidades -en 1125 se abre una cátedra de astrología en la Universidad de Colonia-, a nivel popular, entre los campesinos, la astrología vuelve a estar íntimamente relacionada con la magia y la hechicería.
El campesino medieval vivía en estrecho contacto con gnomos y elfos. La bruja es sabia -la palabra inglesa witch = bruja viene del sajón wicca, que significa sabio, y se relaciona con el antiguo culto que adoraba al dios Sol y a la diosa Luna-, puede hacer el bien, curarnos de nuestras dolencias y proteger nuestros hogares, y puede hacer el mal destruyendo a nuestros enemigos. Puede favorecer nuestros amores y vengar los desdenes. La bruja es poderosa; conoce las plantas y sus influjos; sabe dónde y cuándo las tiene que recoger, sabe de la fuerza de la luna, de la influencia de los planetas con el anillo de Saturno, las fases de Venus y las manchas solares.
Estamos en el Renacimiento; el interés del ser humano se vuelve hacia el mundo clásico, hay una gran inquietud por las ciencias de la naturaleza, y los fragmentos de la antigua magia se incorporan a este nuevo mundo.
Las cruzadas han acercado el Oriente al Occidente, y éste se siente fascinado por los misterios orientales. El Renacimiento también lo es para la magia y la astrología, que pasan a ser ramas definidas del conocimiento y que incluso atraen a ellas a hombres de Iglesia. Es más, se sabe que los astrólogos estaban introducidos en el Vaticano. El Papa Julio II era estudioso de la astrología, y Pablo III intentó que el famoso médico, matemático y astrólogo Cardano trabajara para él. Los nobles protegían y alentaban a los astrólogos, y los monarcas europeos los tenían a su servicio. Así, Regiomontano (1436?1476) fue patrocinado por el rey de Hungría, y Nostradamus (1503-1566) fue el astrólogo de la reina de Francia Catalina de Médicis.
Hasta el momento sigue en vigor la cosmología ptolomeica, que coloca a la Tierra en el centro del universo. Pero fue Copérnico (1473-1543) quien estudiando a los antiguos sabios griegos retomó la idea de que el Sol y no la Tierra es el centro del universo, y la Tierra gira a su alrededor, al mismo tiempo que sobre sí misma. Esta idea ya fue apuntada por Aristarco, 1.800 años antes. Copérnico no quiso publicar sus obras hasta ser anciano, y vio la primera copia de su libro «De Revolutionibus Orbium Coelestium» cuando estaba en su lecho de muerte.
En 1456 nace Tycho Brahe, gran observador que se opone a las teorías de Copérnico. Su contribución a la astrología se debe más a sus observaciones que a sus teorías, ya que introdujo nuevas normas de precisión en los cálculos astrológicos. Ayudante suyo fue .Kepler, que enunció las leyes de los movimientos planetarios.
En esta época, aparece un mago y astrólogo importante, Enrique Cornelio Agripa, nacido en Colonia el 14 de septiembre de 1486, de signo astrológico Virgo, y de profesión médico, astrólogo, alquimista y soldado, que escribe un interesante. libro, «De occulta philosophia» -obra en abierta oposición con la física aristotélica académica de aquella época-, en la que enaltece la unidad de la naturaleza: ... «Hay por lo tanto un alma universal, una sola vida que llena y corre por todas las cosas, uniendo y ligando todas las cosas con sí misma de tal modo que resulta una unidad de todo el mundo»...
Estamos en el siglo XVIII, el llamado «siglo de las luces», de la Ilustración o de la Razón. Descartes opina que el mundo físico es un mecanismo preciso y que las leyes básicas de la naturaleza son simplemente leyes mecánicas.
La astronomía y la astrología se separan, y esta última entra en una época de letargo de la que no saldrá hasta finales del siglo XIX. No así la astronomía, que como simple ciencia mecanicista sigue avanzando en sus descubrimientos. En 1781 Herschel descubre un nuevo planeta, Urano, primer planeta descubierto con el telescopio. Más tarde, Leverrier calculó la posición de otro planeta, y envió sus cálculos al observatorio de Berlín, donde se comprobó que eran exactos: en el lugar calculado por Leverrier aparecía el planeta Neptuno, primero en descubrirse por cálculos matemáticos. En 1930, en Flagstaff, Arizona, se descubre el planeta más lejano, Plutón.
A principios del siglo XX, más exactamente en el intervalo entre las dos guerras europeas, renace el interés por la astrología. El doctor Carlos Gustavo Jung, eminente psicoanalista, creador de la teoría del inconsciente colectivo, se interesó seriamente por la astrología hasta el punto de hacer un estudio astrológico de una serie de parejas, y comprobar la influencia de sus horóscopos en la problemática de sus relaciones.