"En la época de Merlín, los seres de la Naturaleza aún hablaban al hombre desde bosques y florestas, desde el mundo de las plantas y desde las olas del mar".
Walter Johannes Stein.1
Los investigadores afirman que durante los periodos devónico y carbonífero, es decir, hace más de 290 millones de años, ciertas especies vegetales comenzaron a poblar el planeta, en una época en que la tierra estaba conformada por dos masas continentales, Laurasia y Gondwana, las que se fueron acercando hasta conformar el supercontinente Pangea. A partir de entonces, gran parte de la memoria del planeta quedó adherida a ciertas especies vegetales milenarias, como un eco de fabulosas visiones.
De algún modo, aquellas culturas circulares habían logrado desarrollar una trascendental conexión con los más profundos misterios de la naturaleza, lo que les permitía rememorar estados primigenios del planeta. El bosque era el espacio natural para el aprendizaje y la iniciación espiritual, era el lugar sagrado que posibilitaba el restablecimiento de la armonía y el contacto privilegiado con otras percepciones. De este modo, en la cosmovisión celta, los árboles jugarían un rol fundamental. El roble o la encina, por ejemplo, serán considerados por los druidas especies vegetales fundamentales.
No olvidemos que uno de los posibles significados etimológicos de la palabra druida es "el sabio del roble", o "el sabio de la encina"5...