"Los sacerdotes son los intermediarios entre los hombres y los dioses. Los magos son los intermediarios entre los dioses y los hombres".
En la milenaria tradición espiritual china existe cierta vertiente, heredera de la Escuela de los Magos (fangshe), que vincula la simbología del I Ching con el flujo energético del universo, así como la correspondencia de su curso a través del luminoso cuerpo de los seres humanos.
En efecto, como hemos afirmado en el artículo referido a la Medicina Tradicional China, la energía circula en cada uno de nosotros a través de ciertos canales especiales denominados meridianos (kings, mo, mai), de los cuales doce son tratados por medio de la acupuntura para restablecer la armonía y la salud de las personas. Ahora bien, dos de esos meridianos, el jen mo (vaso concepción) y el tu mo (vaso gobernador), se desplazan formando un circuito en la parte anterior y posterior del torso, por medio de la cual la energía va pasando a través de doce centros específicos que a su vez se corresponden con doce hexagramas fundamentales del I Ching.
De este modo se despliega en todo su esplendor uno de los componentes esenciales de la mágica visión cósmica taoísta, la que señala que el embrión al momento de nacer recibe las energías del universo, las que en su interior giran formando un círculo estelar como en el comienzo de los tiempos. Así se va formando un cinturón en espiral que genera los doce meridianos en nuestro cuerpo como un eco de las doce constelaciones. Es entonces que emerge y se reproduce el componente celestial que fluye vibrando en todos nosotros.
Esta particular relación analógica conecta, por ejemplo, los doce ciclos anuales de Júpiter, los doce ciclos de manchas solares, los doce meses del año, las doce horas de luz en la mitad "visible" del día, las doce horas de la mitad "invisible" de la noche, los doce animales guardianes y las doce figuras con los doce centros de la órbita microcósmica y los doce hexagramas del Libro de los Cambios.