Poco sabemos de los pueblos originarios de la actual Gran Bretaña, sin embargo existe evidencia histórica de la llegada de diversas tribus celtas a esos territorios unos cinco siglos antes de C. Así, la actual Irlanda, Escocia e Inglaterra van a compartir un origen común que las hermana con las tradiciones de estas ancestrales culturas. Un caso especial lo constituyeron los llamados "pictos" un pueblo que habitó el norte de Inglaterra (Escocia) y que los romanos llamaron de este modo porque acostumbraban a pintarse sus cuerpos con espectaculares dibujos. No se sabe con certeza si este remoto pueblo fue una de las tantas tribus indoeuropeas de los celtas, pero de cualquier modo es un hecho histórico que en el siglo IX después de C. el rey, Kenneth Mc Alpin 2, unió a los "picti" con sus vecinos pueblos celtas, los escotos, es decir, aquel pueblo que daría su nombre a Escocia y que había llegado desde Irlanda para fundar el reino de Dalriada (Dál Riada) antes del siglo V d. C.
En tanto, al sur de la Isla, ya en el año 55 a. C. el emperador romano Julio César había visitado las costas de Britania3 haciendo gala de sus ambiciones expansionistas y no trepidó en intentar aniquilar todo signo de resistencia que los aguerridos guerreros celtas pudieron oponerle. Aun cuando César fue sistemáticamente derrotado en esas esquivas costas, la maquinaria militar romana comenzó un proceso de avance sostenido que sólo concluyó cuando el emperador romano Claudio terminó de conquistar esas hermosas tierras (con la excepción de Gales y la Escocia de los "inmortales" Highlanders). La gesta "civilizadora" fue tal que el rey celta de los caledonios, Calgacus, el año 84 d. C. espetó a Roma estas inmortales palabras: "¡Convirtieron esto en un páramo y lo llaman paz!".
Siglos más tarde, el rey visigodo Alarico conquista Roma, lo cual deja a Britania sin la protección del Imperio, esto va a posibilitar que ya a partir del siglo V, primero los sajones, y luego los anglos y los jutos, todos pueblos germánicos, comenzaron a alcanzar la parte meridional de la Isla. Se inicia así uno de los episodios más heroicos de la legendaria historia británica, cuyas ensoñadoras aventuras deleitarán los espíritus indómitos de incontables generaciones.
En efecto, por el año 475 habría de nacer un hombre cuya existencia es en sí misma toda una gesta. Su nombre: Arturo.