En este segundo número de la revista revisaremos la influencia que la cultura tiene en la vivencia de la sexualidad en el mundo occidental.
La pareja está inevitablemente influida por las expectativas culturales sobre la conducta que deben tener hombres y mujeres respecto de la sexualidad. Crecemos dentro de un medio familiar y cultural que valida y estimula el desarrollo de la sexualidad en los hombres enseñando, por lo general, todos los aspectos del erotismo y la vida sexual en forma abierta a los hijos varones. Por otra parte, a muchas niñas se les enseña a evitar el tema de la sexualidad, a vivir lo relacionado con el sexo como algo lleno de temor y culpabilidad.
Junto con esta forma de socialización surgen gran cantidad de mitos sobre las conductas propias para cada sexo, que sin duda determinarán de alguna manera, la forma de comportarse en hombres y mujeres. Estos mitos dicen relación con la masculinidad asociada a la dureza, violencia, tomar la iniciativa, la no expresión de la afectividad y priorización de la razón por sobre la emoción, etc..; por otra parte la femineidad está asociada a la pasividad, la debilidad, la sumisión, la suavidad, priorizando el uso de la emoción por sobre la razón, etc..
En los hombres se suele asociar ciertas conductas a la virilidad. Se piensa por lo general que si alguien no es brusco, ni rudo, ni agresivo, y además es afectuoso, expresivo en lo emocional, será signo de que tiene problemas de identificación sexual y se lo califica de "Maricón" o "fino" o directamente de homosexual.
Lo mismo sucede con las mujeres si son bruscas o más agresivas en su actitud, a quienes se acusa de "raras", "marimachos" o lesbianas.
Así estos mitos confunden la identidad sexual con ciertos formas de establecer relaciones con los otros, que son individuales y personales (dependen del carácter de cada uno y de la formación en su familia de origen).
Esto determina la forma de enfrentar la vida sexual en ambos miembros de la pareja, generando así visiones dicotómicas sobre la vida sexual y las vivencias asociadas a ella. Así los hombres tienen, por lo general, una expectativa de una relación de pareja centrada en una vida sexual satisfactoria, y las mujeres en cambio centran sus expectativas en una relación de pareja satisfactoria en el plano afectivo y romántico.
Por tanto, cuando la pareja se encuentra sexualmente surgen las diferencias en cuanto a la actitud frente a la relación sexual. La mujer tiende a tener una actitud pasiva y de sumisión, por lo general con bastante temor (intenta evitar el encuentro sexual varias veces), y su entrega va directamente ligada a la afectividad entre ambos.
En cambio el hombre tiende por lo general a ser sexualmente más activo, tiende a tomar la iniciativa, a preocuparse por la eficiencia y rendimiento en la relación sexual. Además su interés tiende a estar en la satisfacción y en los aspectos eróticos de la situación, por sobre los aspectos afectivos.
Se suma a ello además lo que señalamos en el primer número de la revista sobre el movimiento de la energía en hombres y mujeres. Así en las mujeres la energía sexual iría desde la tierra hacia el cielo y el recorrido atravesaría el cuerpo pasando por los genitales en dirección ascendente hacia el pecho y la cabeza. De esta manera la energía en movimiento permite el flujo desde el útero y desbloquearía la zona del pecho, asociada a las emociones. Esto se refleja a veces en las mujeres en una inmensa emoción de amor y/o llanto cuando el pecho que "guardaba " o bloqueaba algunas emociones, se "abre" durante el orgasmo.
En los hombres el movimiento de la energía es desde la cabeza hacia abajo, por eso los pensamientos eróticos y las fantasías son además tan importantes en la vivencia de la sexualidad masculina. El movimiento se inicia en la cabeza atraviesa el pecho pero no necesariamente provoca el desbloqueo emocional ya que la carga es aún baja. A medida q1ue se acerca a la zona genital aumenta y llega a su máximo. En este caso el proceso de descarga de energía durante la unión sexual desemboca en los genitales. Es así como prima la sensación de placer y descarga genital por encima de las demás sensaciones
Se puede concluir que tanto el aspecto cultural como el energético influyen y distancian a hombres y mujeres respecto a su forma de vivir la sexualidad.
A continuación mostraremos una pequeña caricatura que mucho tiene de cierto pero que rala un poco en la exageración explicativa respecto a los efectos perniciosos que puede tener la cultura en la relación sexual en la pareja.
Por lo general el mundo masculino espera que las mujeres accedan a todas las peticiones y demandas sexuales del hombre y sean capaces de satisfacer sus necesidades sexuales. Por su parte las mujeres se encuentran muy alejadas de las vivencias más genitales y eróticas ya que por su socialización se espera que tiendan al recato (a ser "señoritas") y la no erotización de la relación sexual. Así muchas de las fantasías y peticiones atentan contra sus creencias y normas respecto a lo "normal" en la pareja. Uno de los típicos ejemplos es el caso del sexo oral que es evitado por las mujeres y que los hombres anhelan encontrar en su pareja. En las estadísticas del mundo de la prostitución se cuenta como el favor sexual más solicitado a las trabajadoras sexuales.
En los sectores más machistas y tradicionales puede ser tan extrema la dicotomía entre las expectativas de hombres y mujeres que algunos hombres tienden a hacer uso de la violencia psicológica o física para lograr satisfacer sus fantasías y necesidades sexuales con su pareja arguyendo una suerte de propiedad o pertenencia sobre ella ( "es mi señora,.. mi mujer").
En algunos casos las mujeres se inventan enfermedades y hasta hacen síntomas psicosomáticos para evitar los "malos ratos" que implica para ellas una sexualidad "animal" y tan poco romántica como la que les toca experimentar con su pareja.
Para que el efecto de las expectativas de roles de género así como el proceso de flujo de la energía sexual en la pareja no sea un obstáculo para la pareja , se debe trabajar desde el inicio de la relación de pareja en un proceso de mutuo conocimiento y/o comunicación. En este encuentro es necesario ir descubriendo la conexión con el propio cuerpo de cada uno y el cómo conectarse con el otro más allá de las fantasías o imágenes culturales, Se hace necesario la conexión desde la sensualidad y el sentirse mutuamente e ir paso a paso construyendo un mundo de confianza y aceptación. La sexualidad de una pareja se construye, no viene dada a priori.
La sexualidad individual es también un proceso que debe ir paso a paso develando los secretos y sensaciones energéticas asociadas al flujo de la sexualidad. En este último punto la práctica de las disciplinas que trabajan la energía son de gran importancia ( yoga, chikun o qigong, taichi, entre otras). En casos de existir problemas de conexión con la energía sexual se recomiendan las terapias corporales (Reichiana, Alexander, Rolfing) o las terapias de reestablecimiento del flujo de la energía tales como la medicina Tradicional china, el Reiki, el Shiatzu o la reflexología.
" Un error muy común al hacer el amor consiste en poner un gran interés y atención hasta conseguir el orgasmo, mostrando un total desinterés o apatía después de él. El hombre es casi siempre el responsable de esta conducta, ya que quiere llegar enseguida al climax, a menudo sin preocuparse de satisfacer a la mujer.
El acto sexual no debe tomarse como una "carrera de los cien metros" que termina en un colapso absoluto. Esto tiende a crear sensaciones de vacío o resentimiento en el compañero, fenómeno conocido como depresión postcoital. Cuando una pareja se familiariza con las necesidades sexuales de ambos miembros, la adaptación mutua se establece de manera natural y sencilla.
(Secretos Sexuales, N.Douglas y P.Slinger, pág. 324).