Lo anterior contrasta con la opinión común de la gente e incluso contradice lo expresado por eminentes psicólogos y hombres de ciencia en general. El orgasmo es hoy más que nunca valorado en nuestra cultura. Las terapias sexuales y casi todos los libros sobre el tema tienen por fin ayudar a conseguirlo. Y es que la nuestra es una "cultura de la catarsis", donde el ideal de máximo goce se halla en la idea de liberación, de explosión. No hay conciencia aún de que esa idea sólo es compatible en una cultura donde las cosas están siempre reprimidas, atascadas. Estamos tan acostumbrados a llevar una forma de vida de stress y preocupaciones que lo único que deseamos es poder liberarnos, aunque sea por un instante, a través de placeres explosivos.
Es ése el sentido que psicólogos como Freud y Reich dieron a la sexualidad: una forma de descargar energías, que permite aliviar las tensiones y sentirnos libres. El problema es que esto ocurre a costa de quedar sin energía. Hablando en términos termodinámicos, el orgasmo genital es similar a una expansión irreversible, caracterizada por producirse en una sola etapa y cuyo resultado es la liberación de mucha energía como calor. El proceso impide aprovechar creativamente esa energía, y sólo contribuye a incrementar la entropía o desorden del sistema. El orgasmo ciertamente puede tener un fin terapéutico, pero más allá de eso, si se lo toma como forma de vida, se vuelve un sin-sentido. Pensando en el orgasmo como una expansión irreversible, un buen símil sería verlo como una explosión nuclear, donde toda la energía se libera como una gran ola de calor alrededor. Las fuerza de la explosión literalmente arrasa con todo, dejando al cuerpo en estado de hipersensibilidad.