Si, por un lado la práctica sexual puede resultar positiva para la salud y el equilibrio emocional del individuo, entonces debe existir algún modo de evitar sus consecuencias negativas. En otras palabras, cómo lograr disfrutar del sexo sin debilitarse; cómo poner el sexo al servicio de lo espiritual y trascendente, así como de otras actividades que impliquen mejorar la salud y la vitalidad a lo largo de los años.
A diferencia de occidente donde estas preguntas rara vez se han formulado, el tantra y el taoísmo se han ocupado de ellas de forma práctica, generando un conjunto de técnicas referidas a las "artes de la alcoba", como han denominado al arte del amor sexual. Éstas se fundan en el intercambio energético entre hombre y mujer, que representan los dos principios yin y yang (femenino y masculino, respectivamente). Por medio del control de la respiración y de los movimientos durante el coito, aprenden a evitar el orgasmo convencional y de ese modo prolongar el placer más allá de los límites que la mayoría conoce. Con ello buscan aportar más vitalidad, salud y longevidad a sus vidas, y un enfoque trascendente para las relaciones de pareja.
Todo esto nos parece hoy muy extraño, como si se tratara de increíbles hazañas. Pero el aporte que pueden hacer tanto el tantra como el Tao se halla justamente en eso. Esas "proezas de oriente" están al alcance de cualquier occidental que tenga el suficiente valor de confrontar su propia sexualidad y los mitos existentes respecto a ésta. Luego de todo el camino recorrido para reivindicar el papel de lo sexual en occidente, este es un paso más que necesario hacia un conocimiento más profundo y cabal del sexo. A su vez es un desafío para que sexólogos y educadores sexuales trabajen sobre ese nuevo enfoque, con la certeza que ofrece múltiples respuestas a temas tan antiguos como la insatisfacción en las relaciones, la pérdida de interés sexual, control de la natalidad y otros similares.