Recordemos que el único poder que sustentamos no es otro que el de nuestro pensamiento, palabra y acción.
De esta misma manera, la meta de nuestros aliados es guiarnos, apoyarnos y enseñarnos la senda de la integración. Combatir con nuestros adversarios, por ejemplo, le corresponde al guerrero interior. Él nos muestra el sendero de la lucha y la superación. Él encarna la disciplina, el entendimiento, y el respeto a las leyes universales porque las conoce. Podemos encontrarlo derrotado en una batalla, pero no en la guerra.Es probable que se debilite cuando no cuenta con nuestro apoyo y comprensión, pero su poder está conectado con la esencia porque él también es esencia de nuestra alma. Él nos lleva al triunfo sobre nuestras debilidades porque nos las muestra, nos ayuda a aceptarlas y lucha para que sean transformadas, y así recuperemos la energía contenida en esa parte oscura de nuestra alma.
Él es la energía del valor, del conocimiento de los límites y de la repercusión de nuestras acciones. Él nos hace responsables ante el mundo y nos enseña el camino que nos lleva a la transformación de nuestra alma en su meta por llegar al Creador.
Él nos abrirá el sendero de la sanación para que desde el amor podamos percibir que el mundo que le pertenece está compuesto de una naturaleza sin igual, la Gran Madre Espíritu que nos acoge y que en su seno nos amamanta.Esta revelación del guerrero interior nos hace concientes de que nos hemos distanciado de ese mundo natural porque, a través de los siglos, se han ido construyendo muros que nos han aislado, dejándonos huérfanos en apariencia, hambrientos de nuestra esencia y sedientos del verdadero manantial de vida. Ese manantial no es otro que nuestra propia esencia espiritual.