En lo anterior, he hecho una breve descripción acerca de la cibernética y como nos hemos ido aproximando hacia una cibernética de segundo orden, haciendo una pincelada de sus características fundamentales. Sin embargo, lo relevante es su implicancia en la psicología clínica y cómo llevamos a la práctica una concepción tan compleja de nuestra forma de conocer el mundo. Al incluir al observador dentro de lo observado, estamos advirtiendo que la neutralidad es sólo una ilusión, ya que al estar éste implicado en el sistema que observa significa que su subjetividad está juego. Lo que debemos comprender es por tanto, que la objetividad, entendiéndola desde mi punto de vista como el intento de acceder a premisas que son en sí mismas verdaderas, no existe.
Lo único que nos lleva es a la negación del otro, ya que como yo puntúo la realidad, mi visión siempre será la correcta y por tanto, la del otro incorrecta, ya sea por desinformación o porque ésta equivocado. En ese sentido yo estoy muy de acuerdo con Maturana. Debemos acceder a una objetividad entre paréntesis, en donde existen múltiples percepciones genuinas de una realidad, que va a depender de mi operación de distinción. Esta idea no es nada nuevo para el modelo constructivista, pero ¿qué pasa en la vida cotidiana? ¿Se pone la objetividad entre paréntesis en práctica?
Es una pregunta difícil de responder, porque es relativo y depende también de nuestra operación de distinción, ya que si pertenecemos a un paradigma positivista sería imposible aplicar estas premisas de manera natural. Por lo tanto, uno de nuestros roles como psicólogos es empezar a promover esta concepción constructivista, considerando este cambio paradigmático en que nos estamos insertando de a poco como sociedad.
Todavía queda una interrogante importante sin responder, ¿Cómo aplicamos este modelo a un contexto terapéutico? Desde este paradigma, la conversación que aparece en la terapia es en función del dolor o sufrimiento que lleva al sujeto a consultar.
Es un sufrimiento que es definido por el propio sistema consultante, y no por algún observador externo que según su juicio "objetivo" lo clasifique su sufrimiento como una patología. Este concepto es muy interesante discutirlo desde esta perspectiva. Debemos entender que desde una objetividad entre paréntesis no podemos situarnos desde una posición de autoridad, con una formación que nos entrega un saber "objetivo" para clasificar desde nuestra experiencia si una conducta es normal o anormal. ¿Hasta qué punto se puede hablar de psicopatología? ¿Cuál es el límite entre lo normal y lo anormal?
O a un nivel más concreto, ¿Cuál es el borde entre una estructura de personalidad normal y una psicopatológica, o entre un sistema funcional o disfuncional? Estas son preguntas que yo creo que todos nos hemos cuestionado en algún momento de la carrera. Lo interesante de la cibernética de segundo orden es que nos permite reflexionar sobre estos temas tan fundamentales, y nos permite darle el protagonismo merecido a la persona o sistema mismo que sufre el problema en su respectivo contexto.