Por eso es importante encontrar, más que conocimientos, actitudes que permitan aprender. Más que especialistas en un determinado oficio, profesionales inquietos, capaces de adaptarse a los cambios, con iniciativa y autónomos. Porque eso es mucho más difícil de enseñar y con esas cualidades, es más fácil adaptarse a las exigencias de los distintos trabajos.
No significa que todos sean empresarios, sino que tengan la empresa de su vida en sus manos. Formar un espíritu autónomo, de respeto individual y colectivo se logra formando una cultura escolar diferente.
En países como Brasil y México hay experiencias de sistemas muy innovadores, donde se asume que los alumnos están haciéndose personas y, luego, les permiten cometer errores para que aprendan de ellos.
Son modelos de espíritu emprendedor, es decir, deben ser personas que enseñen a soñar, actuar y tener resultados.
Por esta razón, adquiere cada día más fuerza la necesidad de formar desde el colegio a personas de gran espíritu emprendedor, con alta capacidad creativa y fuerte iniciativa personal. La idea es que luego se conviertan en profesionales capaces de llevar adelante sus propias empresas.