Hay teorías al alcance de personas orientadas hacia la acción cuyo primer impulso consiste en [decir]...: "Lleven la teoría a la sala del hospital y pruébenla. No malgasten años tratando de comprenderla. Simplemente apelen a cualesquiera conjeturas que parezcan desprenderse de ella". Es probable que esas personas se frustren y que hagan daño a sus pacientes. La teoría no es meramente un aparato más que puede utilizarse sin comprenderlo (pág. 237).
Lo ideal sería que los clínicos dejaran atrás la dicotomía tradicional entre teoría y práctica clínica, y que se las vieran con ambos dominios de la terapia A fin de desarrollar una perspectiva que abarque estos opuestos aparentes, tenemos que prestar atención a la epistemología. Siguiendo a Bateson, utilizó el término "epistemología" para designar las premisas básicas que subyacen en la acción y la cognición. Este examen de nuestros supuestos epistemológicos nos permitirá comprender más cabalmente cómo percibe, piensa y actúa el clínico en el curso de la terapia.
Por otra parte, el cambio epistemológico es él más profundo que los seres humanos son capaces de manifestar, va que significa transformar la propia manera de vivenciar el mundo. Para don Juan, el maestro de Castaneda, "detener el diálogo interno" era el requisito previo para experimentar una epistemología alternativa:
El primer acto de un maestro consiste en inculcar a su alumno la idea de que el mundo tal como lo concebimos sólo es una visión, una descripción del mundo. Todos los empeños del maestro tienden a demostrar esto a su aprendiz. Pero aceptar este hecho parece ser una de las cosas más difíciles de lograr; nos gusta seguir atrapados en nuestra particular visión del mundo, que nos obliga a sentir y actuar como si lo supiéramos todo acerca de él. Un maestro, desde el primerísimo acto que ejecuta, procura detener esa visión. Los brujos lo llaman "parar el diálogo interno", y están persuadidos de que es la técnica más importante que el novicio puede aprender (Castaneda, 1974. pág. 231).
El dilema de maestro y alumno -así como el del terapeuta y su cliente- es que rara vez estos niveles de aprendizaje o cambio se alcanzan en forma directa. Muchas escuelas terapéuticas sostienen que la intelección consciente, la comprensión y la persuasión lógica directa son las herramientas que se necesitan para cambiar, no obstante. Bateson don Juan, y Erickson solían proceder de otro modo. Sus métodos para provocar el cambio abarcan otras técnicas como las de alentar el comportamiento problemático, amplificar las desviaciones o anomalías, sugerir una recaída, destacar los aspectos positivos de un síntoma o provocar confusión.