14 de mayo de 2007
Podríamos decir que el mundo es una extraña mezcla de agua, con sal y aceite, que nunca está separado, pero tampoco revuelto, sino que los lugares se separan en zonas de determinadas sustancias. Si te toca vivir en la parte dulce, eres feliz, pero nunca debes olvidar que afuera está la parte salada, donde viven otros seres junto a ti, y la parte aceitosa, donde hay otros seres más extraños todavía. Estos seres en un comienzo no podían acercarse porque no toleraban el ambiente del otro. Los que vivían en el azúcar no podían entrar donde la está la sal, ni menos donde estaba el aceite, pasaba lo mismo con los otros.
Lamentablemente todos estos seres residían en un mismo lugar separado por estos ambientes y para trabajar tenían que cruzar esas zonas también. De a poco se inventaron algunas fórmulas para poder ingresar a las zonas que les molestaban, como por ejemplo anteojos para evitar la sal en los ojos, o trajes especiales aislantes de azúcar, o pesos para poder andar por el aceite sin salir volando. Ahora el problema dejó de ser el tránsito por las zonas ajenas, se dio que los seres de distintas áreas empezaron a interactuar y relacionarse de manera distinta. Tal cambio sólo ocurrió cuando los seres empezaron a notar que ya no necesitaban trajes, pesos o máscaras, ya que el cuerpo dejó de molestarles. Se acostumbraron a las mezclas y a las sensaciones. A algunos les siguió molestando los lugares extraños y predicaban acerca de la superioridad de su propio ambiente. Las zonas de a poco empezaron a desaparecer, y ahora tenemos un batido de sal, azúcar y aceite.
El cuento (de creación propia) refleja un ideal propio acerca del mundo. Creo que estamos inundados de opiniones, visiones y valores acerca de lo que nos rodea y de cómo nos enfrentamos a esto. El siguiente ensayo, con inspiración de las clases, lecturas y vivencias es una reflexión acerca de cómo algunos siguen pretendiendo que todos vivamos en el aceite aunque nos moleste, y otros simplemente aceptaron que podemos convivir, relacionarnos y hablar desde el aceite, el agua y/o la sal. Aunque los tres sean incompatibles, debemos aprender a complementarlos, ya que, querámoslo o no, convivimos en una mezcla indisoluble.