DE REGRESO DE LA INDIA

Pese al vuelo de 48 horas entre Calcuta y Santiago de Chile, me sentía descansado cuando el avión tocó tierra. Claro, con tres semanas de meditación encima estaba como nuevo, lleno de energía vital y casi etéreo. Antes de bajarme del avión le hice unos cariñitos a la guagua que se había ido la mitad del viaje llorando y me despedí de la madre, que se quedó como desconcertada de que no le hubiera pedido el teléfono. Pero la castidad me estaba dando excelentes resultados y no pensaba interrumpirla. Si, venía listo para una nueva vida. Ya no bastaban las esencias florales de Bach, ni el yoga; iba a botar mis trajes Armani, apagar el celular para siempre, desconectarme de internet e indagar en mi yo interno.

En eso pensaba mientras pasaba por Aduana, cuando un tipo se me acercó y me dijo: -disculpe, lo vamos a tener que revisar- Después de respirar hondo, le dediqué una sonrisa. No iba a dejar que me quitaran mi armonía tan fácilmente. Además no había mucho que registrar en mi ropa, iba con una túnica blanca de seda y nada más. Seguro que estos ignorantes me confundieron con musulmán, aunque mis rasgos son claramente occidentales.

Decidí tomarlo a la risa cuando me llevaron a un lugar del aeropuerto que no conocía, una sala subterránea donde un gordo con lentes oscuros olía las hierbas sanadoras que me traje de Calcuta.

- Marihuana, ¿no? - me dijo

Me senté en el suelo, en la posición del loto y negué con la cabeza. Empezó a hablarme sobre el delito de tráfico, pero ya no lo escuchaba a él, sino a mi propio corazón. Y mi corazón me decía "conserva la templanza, este buen hombre sólo hace su trabajo"

Entonces sonó mi celular que se encontraba también en el bolso junto con las hierbas, y el gordo lo contestó. Después del aló se puso pálido y con la mano temblorosa me pasó el teléfono.

- Para Ud., Sr. Walker – dijo sudoroso. Era mi secretaria para darme la bienvenida.

Cuando corté el gordo prácticamente se atragantó de tantas disculpas. Que mil perdones, que no tenía idea que yo era Walker, que qué podía hacer para reparar el daño. Le dije "conócete a ti mismo" y me fui. Mi maestro yogui habría estado orgulloso.

Cuando llegué a mi depto, me esperaba la Fabiana que todavía tiene las llaves. Desde que se metió al gimnasio está exquisita. Dijo que me veía súper sexy con la túnica.

"Ultima vez..." pensé, mientras desabotonaba el último botón de su blusa.