Pitágoras de Samos, matemático, filósofo y músico griego, concibió el universo como un vasto instrumento musical. Al Sonido Sagrado del universo le llamó "música de las esferas". Para Pitágoras el sonido era el vínculo entre los dioses y los hombres. El descubrimiento del Sonido Sagrado en nuestro interior es la base, del yoga mántrico, los intervalos pitagóricos, la música occidental clásica y moderna, los "ragas" indios, el canto budista, los ritmos sagrados de las tribus africanas y la música de danza de trance balinesa.
El conocimiento de los sonidos, los ritmos y los cánticos era también parte fundamental de los poderes curativos del chamán, del curandero o curandera y de los sacerdotes-doctores druidas de las culturas celtas.
Los grandes sabios y maestros de la época medieval y renacentista reconocían la importancia vital de la música para la comprensión del universo y de la humanidad.
En las culturas antiguas se concebía la música terrenal como un eco o resonancia de la música cósmica, que obedecía sus mismas leyes divinas. Si esos sonidos terrenales reflejaban las leyes divinas, tenían el poder de aliviar el dolor y el sufrimiento y fomentar la salud y la curación. Por lo tanto, la cosmología y la teoría musical se desarrollaron basándose en principios paralelos, que servían de base al diseño y construcción de instrumentos musicales, a la composición e interpretación musical y a la actitud del oyente. La humanidad, debidamente afinada, podía cantar al unísono con las estrellas en esta búsqueda de la armonía universal.
Los mantras, cánticos y fórmulas curativas tienen orígenes muy antiguos y oscuros, pero la historia está salpicada de sus logros. El conocimiento de los ritmos, los sonidos y las "palabras de poder" ha sobrevivido a siglos de materialismo y es un legado vivo para los siglos venideros.