Por Myriam Quiolla Brancatti1
Escribir sobre sanar es un desafío que involucra al ser entero y existe el riesgo de entrar en territorios cuyos dueños defienden celosamente. Sin embargo, todos los sistemas consagrados al servicio a la humanidad sin anteponer intereses comparten el mismo lenguaje.
Desde donde recordamos y sabemos, la salud está relacionada a un estado de armonía, de plenitud y alegría.
El dolor, el deterioro de facultades físicas y psíquicas, el mal funcionamiento orgánico y las alteraciones del ánimo, impiden el flujo de sentimientos y emociones .
¿Qué produce la ruptura del intercambio amoroso entre el ser y su entorno? ¿El primer impulso viene de adentro o afuera?
¿Es el medio el que nos inunda de frecuencias que alteran el funcionamiento o somos nosotros?
Así como a un reloj de arena marca el tiempo si es volcado una y otra vez, los humanos intercalamos el mundo sutil con el material hasta lograr el equilibrio.
¿Qué pasa cuando las personas no conocen o no dan importancia a una de las partes?
En el primer caso estamos frente a: ignorancia y, en el segundo ante: negligencia y abandono.
Admitir que somos ignorantes es duro. En general se piensa que atravesar la vida en condiciones de confort, ubicación en el marco social y lucir un titulo universitario, es suficiente.
Desconocer aspectos inherentes al ser, su interrelación con el cosmos, con los demás seres, la necesidad de éxtasis individual o compartido, la expansión de la conciencia fuera del marco del tener-poseer es algo generalizado hoy día.
En ese estado muchos viven dependiendo de la autosatisfacción obtenida en malls o con paliativos sintéticos de vínculos amorosos, donde el amor está ausente.
Este cuadro se ajusta a comunidades que abandonaron las prácticas arquetípicas que les reconectan con la tierra, con los antepasados, con el ciclo de las estaciones, con la naturaleza, con el arte, con la música, en fin con las manifestaciones propias de lo humano.
Es cierto que los libros ofrecen cierto tipo de información válida y necesaria, pero no nos convierten en sabios ni en sanos sólo por leerlos. Hay personas que, como los burros cargan sus libros sobre el lomo, los tienen en sus bibliotecas, pero igual de ignorantes.
Myriam Quiolla Brancatti es terapeuta por el arte e integrante del grupo Tumata. Otras especialidades: Terapia por el Arte, danzas de Asia y Andinas, pintura sobre agua (Ebru).
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