Por lo general se acuerda una visita de seguimiento para evaluar la reacción al medicamento. El tiempo que transcurra entre la visita inicial y la de seguimiento depende de la naturaleza del problema; una enfermedad aguda debería responder rápidamente al tratamiento, mientras que un problema crónico de larga duración mejorará de modo más lento. En los casos crónicos se necesitará de cuatro a seis semanas para evaluar la acción del medicamento.
En la segunda visita, la cuestión clave es si ha mejorado o no la vitalidad complementaria de la persona. Eso se evalúa sobre todo al considerar qué tipos de estrés desequilibran a la persona (los síntomas de la afección original, como los cambios de tiempo, los hábitos alimentarios, la falta de sueño, las emociones, etc.) y las reacciones que ha tenido la persona frente a ese estrés.
En términos generales, cuanto más intensas sean las reacciones, más baja será también la vitalidad, hasta que, como hemos visto antes, la vitalidad cae demasiado como para «alimentar» las reacciones.
Después de tomar el remedio y en condiciones ideales, la persona será capaz de asumir un determinado nivel de estrés con mayor eficiencia y menos esfuerzo. Por ejemplo, si una ligera lluvia provoca un resfriado, en el siguiente tratamiento debería haber una mayor resistencia a la lluvia ligera; entonces tal vez sea necesaria una lluvia más fuerte para causar un resfriado. Finalmente, no se debería contraer ningún resfriado aunque llueva a cántaros.