La vida tiene, ciertamente, una base física y la medicina ortodoxa parece considerar el «mecanismo» del cuerpo como lo más importante que se debe comprender y controlar. Aunque entendamos que un coche se mueve por el funcionamiento del motor, la transmisión, los frenos, el sistema eléctrico, etc., ese coche sigue siendo un objeto inmóvil, a menos que disponga de un conductor.
Se le puede poner el mejor combustible, mantener las ruedas perfectamente hinchadas, limpias las bujías del encendido, pero por mucho que se cuide el coche, si se conduce con el freno de mano puesto o no se cambia adecuadamente de marchas, terminará por estropearse.
La homeopatía parece actuar como un «sintonizador» con el sistema «conductor» del organismo humano. Hahnemann se refirió a ello como la «fuerza vital» y consideraba que la enfermedad era el resultado de un «desequilibrio» de esa fuerza. El estrés parece desequilibrar el sistema.
En la actualidad, los investigadores médicos empiezan a documentar los efectos negativos de muchas formas de estrés sobre nuestra salud. Hahnemann no hizo sino adelantarse a su tiempo, al reconocer los efectos negativos que tienen sobre nuestra salud una gran variedad de tensiones, incluidos los factores emocionales.