Terapeuta de esencias florales
En Inglaterra, en la década de 1930, Edward Bach, conocido médico y homeópata, formuló el primer sistema de curación del alma basado en medicinas extraídas de las partes florales de las plantas. Fue uno de los primeros defensores de la curación holística que finalmente está recibiendo gran atención en la última parte del siglo XX.
Bach terminó su graduación en la Universidad de Birmingham y luego se graduó en el University College Hospital de Londres, en 1919. Aceptó el puesto de médico forense del mismo hospital y estuvo a cargo de más de 400 camas durante la Primera Guerra Mundial. Allí observó claramente los efectos del estrés y el trauma en relación con el potencial de recuperación de sus pacientes. Estaba convencido de que la cirugía y la medicina convencional no tenían todas las respuestas y se interesó por el campo de la inmunología, aceptando el puesto de bacteriólogo jefe del hospital. Bach desarrolló una serie de vacunas bacterianas que salvaron muchos miles de vidas cuando se inocularon a las tropas en guerra durante una virulenta epidemia de gripe. Estos resultados clínicos fueron tan impresionantes que se publicaron en varias revistas médicas de la época, incluida la prestigiosa Proceedings, de la Real Sociedad de Medicina.
Bach creía que aquellas vacunas eran todavía demasiado primarias y al aceptar un puesto en el Hospital Homeopático de Londres desarrolló una serie de nosodos bacterianos que se diluían y potenciaban de una forma similar a la empleada en homeopatía. Pero aún fue más importante que pudiera documentar claros rasgos de personalidad arquetípicos que se correlacionaban con cada nosodo y empezase a diagnosticar y a tratar según estos aspectos mentales y emocionales, en lugar de basarse en los síntomas físicos externos. Muchos homeópatas utilizaron estos nosodos, tanto en Estados Unidos como en Europa y se siguen incluyendo en la farmacopea homeopática estándar.
A medida que Bach se sensibilizó cada vez más por los temas emocionales y mentales presentados por sus pacientes, siguió buscando remedios que pudieran actuar con mayor profundidad y armonía que los nosodos homeopáticos. En 1930 abandonó su destacada carrera en Londres y regresó a la zona rural de sus antepasados galeses para iniciar un estudio intenso de las plantas nativas que tanto había estimado en su juventud. Mientras trataba a los pacientes de los pequeños pueblos de Gales e Inglaterra por donde viajó, desarrolló remedios completamente nuevos a partir de las partes florales de las plantas, que beneficiaban los estados emocionales y mentales que socavaban la salud y el bienestar de sus pacientes. Al morir, en 1936, había reunido una colección de 38 esencias de flores.