La naturaleza se encuentra en equilibrio dinámico, sea cual fuere la multiplicidad de formas en que se exprese; un helecho que abre su densa espiral al sol, un nautilo que descansa en la orilla, un girasol que se yergue alto y radiante expresan la misma relación proporcional en la naturaleza. Ésta es la relación «áurea», se exhibe en plantas, animales, el cuerpo humano y, según opinan algunos, en la conciencia universal. Actúa como tónico o hilo conector por todo el universo. Muestra las interrelaciones de todas las formas de energía, visibles e invisibles. El color es uno de los embajadores del conocimiento universal en la naturaleza. Nos conecta con nuestra alegría, salud y vida.
Razón áurea y sucesión de Fibonacci
Consideremos la siguiente sucesión de números: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21...
En la cual cada número es el resultado de la suma de los dos anteriores, p ej: 21 = 13 + 8
Las razones entre ellos son: |
1 2 3 5 8 13 21 … |
1 1 2 3 5 8 13 … |
Dicho cuociente tiende a aproximarse sucesivamente a Ø = 21/13 = 1,61803...
Dicha relación fue usada por los egipcios en la construcción de la pirámide de Keops, por Leonardo en sus obras y por muchos otros artistas.
La curación por medio del color, o cromoterapia, se ha practicado desde tiempos antiguos. Desde Heliópolis, en Egipto, hasta Irán, India y China, la gente reconoció las propiedades curativas del color y las aplicó de diversas maneras. Las habitaciones del templo de Heliópolis se diseñaron especialmente de modo que los rayos solares se descompusieran en los siete colores del espectro y fueran útiles para la curación. En las mezquitas de Irán se utilizaron arquitectónicamente azulejos vidriados de diferentes colores para la inspiración y purificación del espíritu y la enseñanza de la ley natural y de la conciencia.
Todas estas culturas utilizaron el color en diversas medidas en la arquitectura, el agua solarizada, el brillo de la luz a través de cristales y la molienda e ingestión de gemas en polvo. A partir de minerales y escarabajos se prepararon pigmentos naturales para la ornamentación del cuerpo.
Se dice que cada pintor tiene una paleta diferente o que cada uno utiliza una variada gama de color para transmitir aquello que quiere expresar. Hay documentos de la antigua Grecia, de los siglos IV y V antes de nuestra era, en los que se citan los cuatro colores primarios: blanco, negro, rojo y amarillo. Desde hace muchos siglos se sabe que el espectro visible tiene siete colores: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta. Esos colores se corresponden con los siete chakras del cuerpo humano.