La constitución hematogénica tiene propensión a la anemia, enfermedades de la sangre, como ictericia o hepatitis, artritis, trastornos digestivos con disminución de la producción enzimática, que frecuentemente se manifiesta como intolerancia a la leche de vaca, entre otras cosas; estreñimiento, úlceras, funcionamiento deficiente del hígado, la vesícula biliar o el páncreas; diabetes, trastornos circulatorios y autointoxicación. Se trata sólo de predisposiciones y cabe esperar que pocas de estas tendencias terminen por desarrollarse y mucho menos todas, pero los excesos, los malos hábitos alimentarios o la enfermedad se manifestarán probable mente según las pautas mencionadas.
La constitución linfática contrasta en gran medida con la anterior, no sólo en color sino también en propensión. Recibe ese nombre por una inclinación genética hacia la producción excesiva de células linfáticas que reaccionan a irritaciones, inflamaciones y acumulación de mucosidad excesiva y catarro en el sistema. Eso, a su vez, hace que este tipo tenga una mayor tendencia a sufrir afecciones inflamatorias de las articulaciones, alergias, y trastornos respiratorios y cutáneos.
Las fibras sueltas y onduladas, como pelillos rizados de un iris azul o gris, indican una constitución linfática pura. La hiperactividad antes mencionada tiende a manifestarse siguiendo una vía linfática, con irritaciones de amígdalas y adenoides, esplenitis, hinchazón de glándulas linfáticas, apéndice irritado, eczema, acné, piel seca y escamosa, caspa, asma, tos crónica, bronquitis, sinusitis, diarrea, artritis, irritaciones oculares, retención de fluido y secreción vaginal.