Al estudiar el iris del ojo, la parte coloreada, se observan más de 28.000 terminaciones nerviosas, todas conectadas con el cerebro a través del hipotálamo. Aparte de las relacionadas con la zona cerebral, la mayoría de las vías neurológicas se extienden bajando por la columna vertebral para conectarse con las diversas partes del cuerpo. Del mismo modo que un reflexólogo trabaja con las terminaciones nerviosas de los pies, el iridólogo estudia las terminaciones nerviosas al descubierto en los iris, comunicadas con el cerebro o el tallo del iris. De hecho, los iris forman parte del cerebro en la fase fetal de la vida.
Bajo el microscopio, las anormalidades del iris se leen como un mapa y se observa un verdadero microchip de información. Un análisis del iris revela potencialidades y debilidades genéticas, zonas congestionadas o irritadas y las interacciones entre los diversos sistemas corporales, desde el sistema digestivo hasta los organismos hormonales, neurológicos, excretores y estructurales. El avance de la medicina moderna en el descubrimiento de enfermedades patológicas es notable. La iridología, por su parte, revela estados no patológicos que la medicina moderna no está preparada para descubrir.
Por citar al doctor Henry Edward Lane, que desarrolló la mayor parte de su investigación, práctica y enseñanza en Estados Unidos: «Los cambios mórbidos que se producen en el sistema se pueden observar en el ojo y existe la posibilidad de descubrir el estado interno del hombre mediante una cuidadosa observación del globo ocular y, en consecuencia, de establecer un diagnóstico fiable en todos los aspectos». Cuando se combinan, achaques tan insidiosos como la congestión linfática crónica, la congestión venosa y la deficiente desintoxicación renal, pueden conducir a enfermedades que deterioran la calidad de vida, como el edema, las erupciones cutáneas, el reumatismo y la artritis. Un iridólogo cualificado señalará la causa o causas de la mayoría de enfermedades.