La Bioenergética consiste en el estudio de la personalidad humana en función de los procesos energéticos del cuerpo. Es decir, la energía es necesaria para poner en movimiento y mantener la máquina de la vida.
Más allá de lo que afirma la ciencia que considera la energía como de naturaleza eléctrica, existen otros muchos puntos de vista sobre su auténtico carácter, especialmente por lo que se refiere a los organismos vivos. Reich, por ejemplo descubrió la energía cósmica fundamental, a la que dio el nombre de «orgon», la cual no era de naturaleza eléctrica.
En la Tradición oriental se proclama la existencia de dos energías que se complementan actuando entre sí, llamadas yin y yang. Estas energías constituyen la base de la acupuntura, práctica médica china cuyos resultados resultan, a veces, sorprendentes.
La energía existe en todos los procesos vitales, ya sean físicos, emotivos o intelectuales; y todos ellos pueden verse interrumpidos si al organismo le falta esa energía. Generalmente, suele aceptarse que la energía de un organismo animal procede de la combustión de alimentos. Pero al margen de cualquier tipo de proceso físico-químico no se acostumbra a pensar en la personalidad en función de la energía, aunque una y otra sean dos conceptos que no se puedan disociar; ya que la energía de que dispone una persona y la manera cómo la utiliza determinan su personalidad. Así, por ejemplo, una persona impulsiva se ve obligada a descargar el exceso de energía acumulada lo más rápidamente posible. El compulsivo, por su parte, lo hace siguiendo patrones de conducta rígidos.
Las personas depresivas, según afirma Lowen, manifiestan claramente esta relación entre personalidad y energía. Al margen de todos los factores que generen ese estado depresivo, hay algo que aparece muy claro: el individuo deprimido muestra una aminoración de su energía. La depresión de su nivel energético se puede observar fácilmente en la disminución de todas sus funciones; desde la respiración, pasando por el apetito, hasta su vigor sexual.