Dra. Liliana Acero 1
Del estereotipo al cuerpo amoroso
La reintegración entre el corazón y la pelvis
Un tema central a abordar antes de entrar plenamente en el trabajo de la unión pelvis-corazón, es el de su autoestima. Cuando el núcleo del ser está tan alterado, se necesita primero recuperar la autoestima para poder abrir el corazón hacia lo humano, a abrazar y llegar al abrazo genital. Si no, la mayoría de sus actos, incluso el tocar o penetrar a una mujer, tendrá un carácter sádico, una búsqueda de dominio y no de placer compartido.
Las mujeres y su complacencia, su "suavidad". Las características que en general definen socialmente a una mujer como femenina son a veces, para nosotros, "trampas del carácter". Se manifiestan en el cuerpo encarcelando ciertas posibilidades expresivas y principalmente, disminuyendo el placer. En estas mujeres, sus cuerpos han llegado a tener una relativa armonía y ductilidad de movimientos; sonríen, son tranquilas y "dulces", hacen "las cosas bien" pero les cuesta sentir, autoafirmarse, decir no. Siempre andan con rodeos, un poco evasivas y rivalizan, tanto con las mujeres como con los hombres. El corazón se inmoviliza detrás de un vacío en el pecho y no tiene corrientes energéticas que vayan "como por un tubo" desde el corazón hasta la pelvis, que queda retraída. Encontramos frecuentemente en ellas desvíos de la columna vertebral a la altura dorsal o del sacro.
Sus cuerpos pueden ser estéticamente perfectos, pero sin vida. También se puede encontrar en ellas el triángulo, tan latino, con el vértice en el cuello y la base a la altura de las caderas (agrandadas y cargadas de negatividad). La calidad energética general es de rigidez: una armonía vacía, con poca emocionalidad. Cuando ésta aparece, les cuesta contenerla y transformarla en procesos rítmicos, placenteros para sí mismas.
A veces, estas mujeres no hacen el amor con nadie, ni siquiera con su marido o compañero. En menor número desean a otros o tienen relaciones sexuales con muchos y menos con su marido o pareja estable. Con él, son tiernas (casi "buenas madres"), lo protegen y lo miman, pero no lo desean. El sentimiento principal puede ser el miedo y, en un segundo momento, la tristeza. Buscan exhaustivamente el sexo como forma de contacto cálido. A veces consiguen amar pero pueden volverse "orgánicamente frígidas" o deprimirse (por un miedo permanente de perder al amado).