Dra. Liliana Acero 1
Del estereotipo al cuerpo amoroso
La reintegración entre el corazón y la pelvis
¿Cuáles son las situaciones más frecuentes de la alteración energético-emotiva del cuerpo amoroso adulto? ¿De qué nos "hablan" los cuerpos de las mujeres a diferencia del de los hombres? Podríamos decir que al observar los cuerpos (desde el lenguaje preverbal), la división más frecuente se encuentra entre el corazón y la pelvis.
El corazón y toda la caja toráxica (hombros, brazos y manos incluidas) se manifiesta en contradicción o en estricta oposición y antagonismo con "la coraza pélvica" (zona genital, en parte la anal, hasta las piernas, los pies y su contacto con el suelo). Por ejemplo, hay cuerpos que tiene facilitada la respiración toráxica y no la abdominal, o viceversa, y en la mayoría de los casos el flujo respiratorio casi nunca llega hasta la pelvis, o sea, a producir sensaciones agradables en los órganos genitales. El pecho es demasiado rígido o muy cóncavo, la pelvis está congelada en retracción o desafiante en protracción. Los tejidos son fláccidos en los glúteos o son visiblemente fríos. Las piernas han perdido agilidad y apertura. Y todo ello no es necesariamente producto de la edad. Sólo se agrava con la edad, si los conflictos básicos que se encierran detrás de estas calidades energéticas no han sido trabajadas y/o parcial o totalmente resueltas. Recordemos además, que a los hombres y a las mujeres se los educa en la familia, en la escuela y en otras instituciones, en función de patrones estereotipados que, en alguna medida, quedan alojados en el cuerpo.
Todo lo que no se ha resuelto en el cuerpo se puede reactivar, en alguna medida, con el de nuestra pareja. Toda armonización incompleta dificulta la armonización de a dos, perturbando, en cierto grado, el placer y las sensaciones de fusión y unidad con el cuerpo amoroso del otro.
Diversos trabajos pueden aplicarse individualmente y a nivel de pareja en el curso de un proceso de integración de corazón-pelvis. Sin embargo, todos apuntan principalmente a revivir y descargar las emociones reprimidas, como consecuencia de historias conflictivas que generaron la disociación muscular, dentro de la situación psicoterapéutica.
En general, comenzaríamos a trabajar con el cuerpo y el lenguaje, promoviendo la autoafirmación del cliente en su corazón y la constatación de su "corazón herido". Lentamente aparecerán sensaciones corporales de descongelamiento de los sentimientos, vividos como sensaciones de "derretimiento". Al revivir historias congeladas, conjuntamente con el cuerpo y la palabra puede aparecer por ejemplo, un llanto profundo y liberador que suavizará los músculos del tórax y del abdomen hasta retomar su calor. Los brazos buscarán contacto hacia afuera mostrando el anhelo y la nostalgia que antes fueron bloqueados, disminuyendo la posibilidad de encontrar al otro.
Se intentará luego enraizar esas sensaciones vegetativas en la zona pelviana, pies y piernas. Para ello, es posible que los clientes necesiten golpear la pelvis y/o las piernas contra un colchón en la consulta, para liberar montos variables de rabia. Esta se remite a las frustraciones edípicas de la infancia, reforzadas por múltiples experiencias desagradables a lo largo de la vida. Se recurre también a trabajos con la respiración para completar y afianzar la integración. A profundizar y armonizar la inhalación y la exhalación en el pecho y el abdomen se retoman las sensaciones vaginales y pelvianas de un modo más sutil.
Este trabajo de resolución progresiva de las corazas, une a la persona consigo misma y con el otro. Recién cuando vamos terminando nuestro trabajo, lo espiritual se hace carne y lo carnal toma consistencia espiritual. Ahora, la pareja está preparada para unirse en un abrazo más íntimo consigo mismo y con el otro.