Esta obra prima de la agrupación de cámara, -abrimos el comentario de manera formal y docta, como una analogía de lo que sucede en el disco- es un trabajo muy particular de fusión de la música popular con la música seria, docta o clásica contemporánea.
Si bien la intención original era crear un trabajo de índole popular de una manera más clásica, el resultado fue un excelente disco de música seria compuesta por compositores chilenos de alto nivel creativo, interpretada magistralmente por excelentes instrumentistas de la orquesta sinfónica.
En la medida en que uno se va sumergiendo en cada una de las piezas, poco importa ya si es clásico o popular, por que la intensidad de cada obra evoca tantas sensaciones y emociones que realmente lo hacen a uno despertar otros aspectos.
El primer trabajo, de Juan Antonio Sánchez, es un hermoso paseo de ritmos de cellos y contrapuntos de viola y violines, que comienzan a erizar los pelos mientras se escurren las imágenes fílmicas, los recuerdos y la respiración se va, sin querer acompasando con el ataque o entrada de cada uno de los instrumentos. Llega a tal punto la movilización de las emociones que en cierta parte en que se descansa con unas armonías mayores y románticas que van apaciguando el ritmo, la respiración se calma, para luego reactivarse cuando se retoma el ritmo y la intensidad anterior. A ratos fluyen las ganas de llorar, de reír o suspirar.
Impresionante lo que unas armonías y ciertos ritmos pueden despertar en el cuerpo y el alma.
El segundo trabajo "Dos gestos a Sergio Ortega" es un tanto inquietante, a ratos se hace difícil soportar la disonancia de las armonías, pero la historia que van urdiendo los instrumentos permite retomar el hilo de la obra, adentrándonos en sensaciones terroríficas y hasta angustiantes que desembocan en la tercera y gratamente romántica pieza de Antonio Restucci, "Plaza del Ángel" una obra de clara inspiración chilena en que las historias contadas a través de las tonadas y ritmos cuequeros nos adentran en circuitos gitanos y a veces moriscos. Muy grato, fluido, interesante saber en que nuevo recoveco se introducirá en el próximo giro melódico. Lleno de secretos y sorpresas gratas, de armonías que caen en acordes mayores.
"Una Extravagancia" de Alberto cumplido (ver ecovisiones 10) es una enorme construcción en tres movimientos, que en un lenguaje más difícil crea climas de tensión emocional que sobrepone unos con otros con una intensidad y suspenso increíbles. Nos apura, nos persigue y acecha… Nos adentra en nuestros temores, nos sitúa en la capacidad de sostener y soportar la tensión. Explora nuestra paciencia y ritmo interno, para enseñarnos a sostenernos en pie. Interesante permitirnos explorar dichos límites.
Más libres de tareas difíciles el séptimo tema de Pedro Melo (del grupo ENTRAMA) nos trae "Amadamilla" que, en aires juguetones y contrapuntos de pizzicatos (cuerdas golpeadas en vez de frotadas) nos lleva sutilmente a un pulso brasilero. De la mano de un estilo que nos ligara Egberto Gismonti, juega con el auditor y sus recuerdos para pasar de la tensión a un hermoso juego de preguntas y respuestas que recorre variados ritmos latinoamericanos y de fusión. A veces étnico y otras muy chileno.
Guillermo Rifo compuso "Cuarteto del final" más difícil en sus armonías y en ritmos más sostenidos, genera tensiones propios de la música clásica contemporánea. Más íntimas y llenas de lamento, pueden conectarnos con miedos y angustias parecidas a esas que nos hacemos cuando pensamos en exceso en algo y le damos vueltas y vueltas.
Los dos últimos temas de Carlos Romero, dedicados a evocar lugares del sur ("Estación Renaico" y "Chillán Viejo") son un regalo para el auditor que puede recordar entre juegos rítmicos saltarines y juguetones las imágenes y recuerdos de infancia del compositor. Esos recuerdos cargados de significaciones dulces/amargas típicas de los niños. Aunque inquietas, son piezas que alzan el espíritu y nos devuelven las ganas.
Un disco muy particular, intenso, hecho con maestría y gran técnica instrumental. De gran calidad.