Este tema puede abordarse desde muchos puntos de vista; pero antes de tomar partido por alguno de ellos, me tienta cambiar el tema mismo y antes de hablar de arte en la educación, me surge más bien, pensar en la educación como arte. ¿Por qué razón? La conjunción en este título se refiere a dos conceptos separados: arte y educación; eso supone que, también podría haber educación sin arte y este último entregarse, como un complemento para desarrollar los otros elementos de la individualidad del niño o el adulto. Es decir, la parte sensible y creativa mientras, por otro lado se desarrolla el aspecto intelectivo y racional, no necesariamente sensible y creativo en lo estético.
Apelo a mi propia experiencia a través de decenios de vida, primero como estudiante luego, como docente del arte en el liceo y en la universidad y a la vez, como creadora de imágenes en la pintura me parece imposible separar la vida del arte y por ende, la educación como arte, es decir, del arte como formador. Por ello, lo más conveniente como primer enfoque, resulta referirse a la experiencia personal en la materia a través de la vida..
Invito a recordar la propia infancia y preguntarse: ¿Que cuentos me leían? ¿Qué música escuchaba o que canciones me enseñaron? ¿Daban importancia mis padres o mi escuela a mi capacidad de expresarme a través de la pintura, la danza, el canto o el teatro? ¿Qué significado tuvieron para mí experiencias de este tipo? Estoy segura que cada uno de nosotros guarda algún recuerdo gratificante de su infancia o adolescencia en este terreno y son muchas las materias abordables en la pedagogía a través de este tipo de actividades.Al respecto, me permito relatar una experiencia muy gratificante de mi adolescencia en el liceo. Siendo mi fuerte como alumna el área artística y lingüística y no precisamente las matemáticas, en cierta ocasión la profesora de esta asignatura ofreció una nota máxima a quien pudiera enunciar un teorema basado en los elementos geométricos presentados por ella. En ese momento me sucedió algo muy especial. Tuve una sensación similar a un rayo de conciencia intuitiva que, me permitió visualizar el teorema como una construcción de pensamiento que resultó para mí una absoluta experiencia estética y, por cierto, acertada.
De paso, sorprendí a mi maestra que no podía creer que una alumna que no se destacaba en su ramo, hubiera sido capaz de tal hazaña.
Rescato este recuerdo como una experiencia que muestra que, cualquier materia puede ser entregada o presentada a través de un juego que puede devenir en vivencia artística. Porque eso fue para mí: una invitación a jugar con elementos que eran armónicos y que, al complementarse producían belleza