(Griego). El Noé caldeo en las tablillas asirias que así es descrito en la historia de los diez reyes por Beroso, según Alejandro Polyhistor: "Después de la muerte de Ardates (el noveno), su hijo Xisusthrus reinó dieciocho sari.
En este tiempo ocurrió un gran diluvio".
Advertido por su deidad, en una visión, del próximo cataclismo, Xisusthrus recibió de dicha deidad la orden de construir un arca, a fin de confucir dentro de ella a su parentela juntamente con todos los diversos animales, aves, etc., y de confiarse a las invasoras aguas.
Obediente a la advertencia divina, Xisusthrus, según dice la historia, vino a hacer precisamente lo que hizo Noé muchos miles de años después de él.
Despidió de las naves las aves, que volvieron a ella.
Pasados unos pocos días las soltó de nuevo, y regresaron con las patas cubiertas de lodo; pero la tercera vez ya no volvieron.
Encallado en la cima de una alta montaña de la Armenia, Xisusthrus desciende y erige un altar a los dioses.
Aquí solamente surge una divergencia entre la leyenda politeísta y la monoteísta.
Xisusthrus, después de adorar y rendir gracias a los dioses por su salvación, desapareció, y sus compañeros "no lo vieron más".
La historia nos informa que, por razón de su gran piedad, Xisusthrus y su familia fueron trasladados a vivir con los dioses, como él mismo dijo a los sobrevivientes.
Porque aunque su cuerpo había desaparecido, su voz fue oída en el aire, la que, después de enterarles del suceso, les previno que volviesen a Babilonia y tributasen el debido respecto a la virtud, a la religión y a los dioses.
Esto es más meritorio que plantar vides, embriagarse con el zumo de racimos y maldecir a su propio hijo.
[Véase: Sisthrus y Diluvio.]
Voz asociada con religión y religiones antiguas.