Este príncipe, protagonista de la historia de Barlaam y Josafat, es de origen indo, y en realidad no es otro que Buddha. Dicho nombre, como está perfectamente demostrado, es una corrupción de Boddhisattva, calificativo muy conocido del célebre reformador indo.
Josafat fue elevado a la categoría de santo, lo mismo en la Iglesia griega que en la romana, celebrándose su festividad, en la primera de ellas, el día 26 de agosto, y en la última, el 27 de noviembre.
Que el fundador de una religión oriental atea haya sido encumbrado a santo cristiano es uno de los hechos más estupendos de la historia religiosa. (A. A. Macdonell, Historia de la Literatura sánscrita, cap. XVI).
En corroboración de lo dicho, y para más detalles, véase: Isis sin velo, II, páginas 579-581, y Emilio Burnouf, La Ciencia de las Religiones, tercera edición francesa, págs. 254-255.
Este último autor afirma que el original sánscrito de las diferentes versiones de la historia de Barlaam y Josafat es el Lalita-vistâra, que existía ya en el siglo III antes de nuestra era, siendo de notar que todos los nombres sánscritos han sido substituídos, en las versiones, por nombres siríacos, y que el protagonista del relato no es otro que el Buddha Zâkyamuni.
Expresión usada en budismo y sus tradiciones.